Cuatro: Silverstone

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El primer día en Silverstone llegó con una mezcla de emociones para todos. Mientras los pilotos se preparaban para las prácticas, Hannah se concentraba en su propia tarea. Como parte del evento, debía cantar antes de que comenzara la carrera, así que la mayor parte de su tiempo la pasaba practicando. La presión de actuar frente a miles de personas la mantenía ocupada.

El día de las prácticas llegó. El sonido de los motores rugía mientras Lando hacía su práctica en la pista. Se sentía bien. El auto estaba en condiciones, sus tiempos eran sólidos y los ingenieros parecían satisfechos. A pesar del éxito en la pista, al volver al paddock, su humor comenzó a cambiar.

Cuando entró a la zona del equipo, la primera persona que vio fue a Hannah, parada junto a Oscar. Estaban hablando animadamente alrededor del auto de su compañero, y aunque al principio trató de ignorarlo, no pudo evitar escuchar parte de la conversación.

—¿Y cómo ves con el casco puesto? —preguntaba ella, genuinamente interesada.

Oscar, siempre amable, sonrió y se lo quitó para mostrárselo.

—Pruébalo tú misma. —se lo extendió.

Ella tomó el casco y se lo colocó, riéndose por la incomodidad del tamaño. Oscar hizo un par de bromas sobre lo ridículo que lucía y ambos se rieron, esa risa que a Lando le molestaba más de lo que debería.

—Eres uno de esos muñecos cabezones que ponen en los autos. —rió Oscar, ella lo empujó suavemente en el hombro.

¿Enserio? pensó, sintiendo cómo la molestia empezaba a burbujear dentro de él. Tiene que ser un chiste, primero yo y ahora él.

No podía apartar la mirada de ellos, aunque lo intentara. Cada gesto y risa entre Hannah y Oscar lo incomodaba aún más. Uno de los ingenieros se dio cuenta de su malhumor y, con una sonrisa maliciosa, se acercó.

—¿Celoso, Lando? —dijo, dándole un leve codazo en las costillas.

Lando resopló, sin ánimos para bromas.

—No. —respondió secamente, apretando los labios.

El ingeniero lo miró divertido.

—Vamos, no lo niegues. Te gusta.

—No me gusta. —repitió, ya visiblemente irritado.— Y aunque lo hiciera, no es asunto tuyo.

El ingeniero simplemente se rió y alejó, sabiendo que había dado en un nervio. Lando se quedó allí, aún sin apartar la mirada de ella. Apretó la mandíbula, intentando convencerse de que todo esto no le importaba, pero la imagen de ambos bromeando seguía dándole vueltas en la cabeza.

Mientras los demás seguían trabajando en los autos y discutiendo las estrategias, él se sentía cada vez más atrapado en sus pensamientos. Finalmente, con un suspiro de frustración, decidió que necesitaba alejarse un momento. Se dirigió hacia su motorhome, donde esperaba poder relajarse y despejar su mente.

Sin embargo, justo cuando estaba por salir, escuchó la risa de Oscar y Hannah nuevamente. Esta vez, no pudo evitar mirar por encima de su hombro. Ella seguía con el casco puesto, bromeando mientras Oscar trataba de ajustarlo mejor.

—Deberías competir —dijo Oscar riendo—. Serías buena piloto con esa actitud.

Hannah se carcajeó y le devolvió el casco.

—Claro, y quitarte el puesto, ¿no?

La familiar chispa de irritación volvió a encenderse en el pecho de Lando. Cada palabra, cada gesto, le parecía diseñado para provocarlo. No es que me importe lo que haga, se recordó, pero aún así, no podía dejar de sentir ese peso en su estómago.

Hate. (Lando Norris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora