» final.

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Encuentro a Quinlan exactamente donde Arline me ha indicado, y me pregunto si debería haber venido.

—Kerrie.

Estamos como a dos metros. Yo llevo un chándal horrible y el pelo recogido en un moño que se asemeja más a un nido pero no he pensado en eso desde que mi mejor amiga ha entrado en mi casa y me ha hablado de él y de cómo está... Por mi culpa. Una y otra vez, todo es por mi maldita culpa.

—Quinlan.

Él se ríe a carcajadas. Pero es una risa vacía, llena de sarcasmo, y únicamente provocada por el alcohol como alternativa a las lágrimas.

—¿Se puede saber qué haces aquí?

Está rodeado de colillas y botellas de cerveza y vodka.

—He venido por ti.

Nada más soltar esas palabras, me doy cuenta de que él tenía razón en una cosa: lo que hago no tiene ningún sentido. Pero es que todo carece de lógica cuando se trata de Quinlan...

—¿A ver uno de mis muchos intentos fallidos de olvidarte?

Da otra calada, larga y apresurada, como si eso fuera a hacer que yo me desintegrara. Seguidamente, de un trago, se bebe el final de una de sus botellas de vodka.

—¿Cómo lo has hecho tú, eh? —pregunta—. ¿Cómo has conseguido olvidarte de mí y de lo mucho que me hiciste sentir la noche del 24 julio de 1982?

—¿Habría venido si te hubiese olvidado? —exclamo, intentando comprender la situación—. Ya te lo dije, joder, Quinlan, ¡te quiero! ¿Cómo te lo digo para que te enteres?

Deja la botella a un lado y lanza una nueva colilla al suelo. Después, se levanta y se planta a centímetros de mí.

Huele a tabaco y a alcohol, y aun así es un olor embriagador que desearía oler siempre. Igual que desearía ver siempre sus ojos azules brillantes y llenos de vida, su pelo negro desordenado, su cuerpo lleno de pecas y tatuajes recorriendo toda su piel.

Aunque no me gustaría verlo de esta manera. Está destrozado... como yo.

—¿Me quieres? —murmura.

Yo no digo nada. Su cercanía me provoca escalofríos, odio que se acerque tanto... porque no puedo parar de pensar que después se tendrá que alejar.

—Yo a ti sí. ¿Por qué me hiciste eso?

«Yo a ti sí», como si yo a él no. Pero es que no es tan sencillo.

Una vez me dijeron que cuando lloro, los ojos se me oscurecen, y en vez de castaños, están casi negros. A Quinlan le pasa todo lo contrario: sus ojos están ahora casi transparentes, y siento que me está dejando explorar lo que tiene dentro, de que su mirada clara, limpia e intensa es su manera de explicarme las cosas.

—Porque de quererte tanto, siento que me estoy perdiendo a mí misma —digo, tan firme como puedo, y doy un paso hacia atrás.

—¿Y por qué no puedes dejarme que te encuentre? —Con esas palabras, Quinlan da un paso hacia adelante.

—No saldría bien.

—No lo sabes.

—Yo... Quinlan, lo siento.

Me digo a mí misma que no tendría que haber ido a ese lugar, tendría que haberlo dejado bebiendo y fumando y yo tendría que haberme quedado llorando en mi cama hasta dormirme mientras vuelvo a casa corriendo.

Porque así son las cosas ahora.




N/A: TATATACHÁAAAAAAAAAAAAAAAAN... Efectivamente, este es el final de Quinlan y, como habéis visto, no terminan juntos nuestra parejita de fans de The Rolling Stones... una pena. De verdad que por un segundo pensé en cambiar todo pero desde el principio sabía que esta historia no podía terminar bien...

Aunque bueno, no me voy a poner sentimental ahora, es decir, no todavía. Como dije... habrá capítulo bonus (estoy en ello), que, más bien, será un final alternativo así que si este no os ha parecido un final... podría decirse que todavía no lo es.

¡Nos vemos entonces! Muchos besos ♥

Carmen.

PD: En multimedia os dejo el trailer de mi otra historia, push them away, a ver si alguien se anima a leer el principio <3.

Quinlan (1982) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora