Ángeles Vs Vampiros

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La pequeña —no tan pequeña— de ojos azules y mirada triste miraba la tumba de piedra de su hermana quien en milenarios años pasados fue aprensada en el lugar. Veía su clara silueta camuflada con la piedra, temió incluso que en verdad se hubiese muerto de inanición.


Tomó valor y apretando los puños se acercó al lugar. El repiqueteo de los tacones bajos de sus zapatillas hizo eco en el lugar que parecía vestirse de enredaderas y neblina.


—Hermana —murmuró mientras acariciaba aquella mejilla transformada en piedra caliza—. Lo siento.


La chica aprensada en la tumba de piedra parpadeó dejando ver aquellas pupilas carmesí que miraba fijamente a la espalda de su hermana quien se iba y cerraba las grandes puertas detrás de sí. Se movió con debilidad absoluta y se percató que no estaba afianzada a la tumba, su hermana la había liberado aun sabiendo que dejarla libre era el peor error que había cometido.


En el exterior, dos ángeles bajaban del cielo vestidos de manera casual mientras miraban a la chica quien había dejado a su hermana atrás.


—Tenemos que liberarla —dijo el ángel de cabello castaño y ojos verdes mientras miraba a la puerta.


— ¡¿Qué?! No pueden hacerlo, si la liberan podría ser un peligro, podría matar a todos —se quejó la chica mientras miraba a los dos ángeles.


—Es lo que él quiere, y tenemos que hacerlo, de todas formas, gracias por ayudarnos.


Se sentía de cierta forma culpable al traicionar a su hermana, los ángeles le habían ofrecido libertar y perdón si la entregaba, ella les había dicho el lugar en el que estaba encerrada, Dios clamaba tenerla entre los suyos, una chica como ella ayudando a los ángeles y a restaurar la paz. Vaya chiste.


—Lo siento —murmuró mientras una sonrisa se curvaba en sus labios.


En el interior del lugar, los ángeles entraron observando todo con mucho cuidado. La chica de cabello dorado miraba hacia arriba mientras el chico miraba hacia los lados.


— ¿Dónde crees que esté? —preguntó la chica mirando de reojo a su compañero.


—Posiblemente enterrada entre la piedra, su hermana no nos dio información específica.


—Él no la va a perdonar y si supiera que quiere a su hermana sólo para ya sabes, ganarle al otro.


—Da igual, sólo cumplimos con nuestro trabajo —terminó tajantemente el chico mientras se alejaban de la puerta.


En la oscuridad alguien miraba fascinada la escena, hacía tanto tiempo que no sentía aquel sentimiento de felicidad, tenía sed. Sentía la garganta áspera como cuando una fuerte ventisca arroja polvo sobre ti y por accidente lo tragaras, justo así se sentía. Mientras aquellas entidades se movían el aroma se disipaba entre la humedad y llegaba hacia sus orificios nasales, su olfato le permitía dividir del aroma de la comida y necesidad a los aromas que no le eran importantes; podía sentir la necesidad golpeando su raciocinio, entre la oscuridad observaba y podía ver como aquel líquido vital en una aura dorada recorría las divinas venas de aquellos ángeles perdidos. Sintió el repiqueteo de la ansiedad carcomiéndole la garganta. Cerró los ojos mientras se movía y las cadenas que ya no le sostenía proferían un ruido sordo en el lugar.


Los dos giraron hacia el lugar donde se producía el sonido y no había nada. La desesperación comenzó a aparecer, y aquellos ojos carmesí habían clavado la mirada y la comida no iba a ser capaz de escapar. Era hora de cazar ángeles.
Gritos horrendos se mezclaron entre la brisa fuerte que soplaba en el exterior. Las puertas se abrieron, y en el exterior la esperaba su hermana.


— ¿Listo?


—Listo —respondió mientras lamía su mano bañada en sangre dorada, con aquella inocente sonrisa demoniaca y brillantes ojos carmesí.

Flores en Giudecca [FEG #1]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt