18 de enero.

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Había hablado con mi hermana. Entendí, en parte, que todo esto no estaba haciendo más que logrando que más cuerdas como las de una vieja guitarra se desprendieran dentro de mí. Sabía muy bien que eso no era nada bueno.

Ella me había apoyado. Me había escuchado mientras yo, sentada sobre la mesa, le contaba todo. Le explicaba, le hacía entender todo lo complicado que se estaba volviendo esto para mí.

Fue bonito darme cuenta de que contaba con alguien que era capaz de escucharme. Se sintió como si el peso sobre mis hombros se dividiera en dos, y pesara un poco menos.

Pero a su vez comprendí que algo malo estaba pasando conmigo. Y eso era algo que nadie más que yo podría resolverlo. Y darme cuenta de eso me hizo bien.

Hablé con mi hermana muchas veces, y lloré enfrente de ella unas cuantas más.

-Ju.

-¿Que pasa? -dije mientras fregaba mis manos contra mi rostro.

-No estás bien.

-Sí, si que estoy bien. Solo un poco cansada.

-No. No es eso lo que te pasa.

-Tranquila, de verdad no me pasa nada -sentí el nudo en mi garganta. Tragué fuerte y cavé un pozo profundo dentro de mis ojos para esconder las lágrimas y evitar que escaparan.

-A veces siento que no te conozco. Como que me pongo a pensar en todo lo que pasó el año pasado y me doy cuenta de que jamás estuve ahí. De que jamás te pregunté como estabas y me senté a charlar contigo. Y sé que no puedo aparecer de la nada y esperar que me cuentes todos tus secretos, pero quiero que confíes en mí.

-Lo hago.

-Ju, tienes que comprender. A veces, guardarte las cosas para tí misma, no es bueno. En serio lo digo. Algún día no vas a aguantar más.

-Lo sé, no es necesario que me lo digas.

-Pero de verdad. A veces te veo y siento como que te guardas demasiadas cosas para tí misma. Siento que quieres esconderte detrás de un caparazón invisible que creaste tú misma. Pero Ju, con el tiempo, ese caparazón se va a quebrar y no te va a servir de nada. Deja de intentar ser fuerte. A veces simplemente somos débiles y ya, y no hay que estar avergonzado de aquello. A veces uno solo no puede superar algo, y solo hay que dejar que lo ayuden. No vas a ser menos por eso. Ya eres mucho, eres muchísimo, y en serio, envidio tu fortaleza, pero llega un punto en el que ya basta. Nadie, pero nadie en este mundo, puede solo. Nadie sobrevive así.

La miré. La miré a los ojos, me ahogué en ellos, morí y resucité en solo unos segundos. Me bajé de la mesa donde estaba sentada, y la abracé. Y lloré otra vez, pero no me sentí una estúpida.

Me sentí querida. Me sentí, me sentí bien por conocer a una persona tan así. Tan así que te hace sentir bien y es capaz de dar con las palabras justas para hacerte sentir que vales la pena. Y me dí cuenta de todo lo que la quería. Y jamás voy a encontrar las palabras para agradecerle.

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Llora si es necesario, mientras jamás olvides de lo lindo que se siente sonreír.

-inconexa.

Jules.Where stories live. Discover now