Siete

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suplicando por papá y un estante para genitales masculinos

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Cuando desperté, un leve gemido fue soltado de mis labios. Las luces estaban apagadas, y no se oía ruido, a excepción de los ronquidos de Alex, susurros de Joey y pequeños gruñidos de Stevie. Miré el reloj digital a mi izquierda, gimiendo una vez más y dejando caer mi cabeza sobre mi almohada. Pequeños escalofríos recorrieron mis brazos desnudos, la fresca brisa que soplaba por mi ventana iluminada por la luna enfriaba mi piel sensible.

Me levanté, buscando mi sudadera, accidentalmente pateando una tabla. Contuve un jadeo, mordiendo mis labios y luego soltando un pequeño, silencioso grito saliendo de mi boca.

Forcejeé con mi bolsa, luchando por sacar el pedazo de tela gris de ella, pero sin embargo no tuve éxito. Finalmente lo saqué, colocándola sobre mi cabeza, todavía no lo suficientemente despierta para conseguir hacerlo en menos de un minuto.

Mientras caminaba hacia mi cama, casi caí cuando escuché las... casi incoherentes palabras escapar de los dormitamos labios de alguien;

No, dame más, Daddy.

Mis ojos se ensancharon, mis cejas se disiparon, y juro que en ese momento yo era un retrato perfecto de Chandler Bing.

No hacía falta decirlo, estaba despierta después de todo.

(...)

No pude dormir muy bien.

Sabiendo que una de las chicas, que creo era Elle, estaba teniendo un sueño húmedo encima mío anoche, como que me causó insomnio.

Bueno, era un sueño húmedo o ella de verdad es muy cercana a su padre.

Llegué al desayuno, y todo el mundo parecía estar un poco decaído hoy. Pudo haber sido debido a que muchos de ellos arrojaron sus intestinos y dañaron su colon. (¿O será ano? Hm.) El Sr. Davids dijo que podíamos tener un día de descanso y luego regresaríamos al horario mañana. Stevie, explicó cómo todos los domingos tenemos el día libre.

No tenía idea de qué hacer, sentada sola en una mesa con mi comida, escuchando las conversaciones en solitario. Escuché hablar de un huracán por ahí, que iba a afectarnos, pero no totalmente a destruirnos. Sin embargo, los nativos de California no sabían qué hacer en las tormentas.

Sacudí la preocupación de ser atrapada en una tormenta con un montón de chicas, de mi mente, colocando algunos duraznos en mi cuchara. La llevé a mi boca, cerré los ojos y sentí algo mojado sobre mi regazo.

—Mierda—murmuré, mirando la rodaja de melocotón resbalando por mi pierna.

Miré a mi alrededor, asegurándome de que nadie me miraba, antes de tomarlo con mi tenedor para comerlo. Cuidadosamente guié la servilleta a mi pierna, limpiando el jugo pegajoso de mi piel.

—¡Hey!—volteé de repente, ahogándome con el durazno. Stevie parecía desconcertada, e insegura dio unas palmaditas a mi espalda mientras tragaba el pequeño trozo.

Una vez que pude respirar, ella se sentó a mi lado y sonrió.

—Sé que este es nuestro día libre, y probablemente quieras que lo pasemos juntas y esas cosas—ella mordió su labio inferior completo y miré hacia él—. Bueno, tengo algunos planes con los otros consejeros—me miró y dirigí la mirada hacia ella.

Tengo una amiga hermosa.

—Sí, seguro. Está bien—me miró con ojos chispeantes.

—¿De veras?

Cabin Three [h.s] •En Proceso•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora