Capítulo 9: Una familia unida

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Mis ojos arden, tengo ojeras, ha sido una noche horrible, casi no he podido conciliar el sueño. He sentido que mis padres han hablado por largas horas y la luz de su habitación ha permanecido encendida durante toda la noche. Sé que eso no es una buena señal, quizás tendré que irme antes de lo presupuestado, tal vez no me quieren ver.

Tengo unas ganas enormes de ir al baño, pero me aguanto, pues no quiero toparme con ellos en los pasillos, no quiero imaginarme lo que me van a decir. Anoche se tomaron muy mal lo de mi embarazo, pensaba que al menos podrían consolarme, ponerse en mi lugar, pero no. Tampoco creo que su actitud cambie tan pronto, no después de lo que vi, aunque un milagro, un gesto de bondad por su parte sería algo que agradecería eternamente.

Son casi las nueve de la mañana y ya no puedo seguir esperando, así que coloco mi oído en la pared para escuchar si mis padres están despiertos, pues normalmente se levantan muy temprano. No logro oír nada desde el otro lado. Abro la puerta con sigilo y camino descalza hasta el baño para no despertarlos. Luego retorno teniendo el mismo cuidado y al entrar a mi habitación vuelvo a respirar con algo de alivio, aunque no sé por cuánto tiempo se mantendrá la calma en casa.

Me acuesto, intento distraerme escuchando música para matar el tiempo. De pronto la puerta de mi habitación se abre y el miedo se empieza a apoderar de mí otra vez.

—Levántate, ahora tienes que cuidar mejor de ti, es tu obligación —ordenó mi madre.

Aquella frase me dejó sin palabras, tras pronunciar eso salió de la habitación, dejándome con un enorme desconcierto. La expresión de mi madre no era precisamente de felicidad, pero al menos no me odiaba como yo estaba esperando.

No estaba dispuesta a cuestionar las órdenes o decisiones de mi madre, no estaba en posición de hacerlo. Me levanté rápido y fui al comedor. Mis padres estaban esperando, con un silencio desgarrador. De mis labios solo salió un "buenos días", que recibió como respuesta un "hola". Me senté y preparé mi desayuno, aunque sin ganas de comer ¿Quién podría hacerlo en esta situación?

El desayuno se mantuvo en un incómodo silencio, haciendo que los minutos se tornaran eternos. No me atrevía a mirar a mis padres por miedo de provocar su enojo. Pero la incertidumbre me estaba matando por dentro, el no saber qué pensaban realmente era una tortura.

Al terminar de desayunar mi madre se levantó y sacó las cosas de la mesa. Yo en actitud sumisa decidí ayudarla, pero aún se mantenía en silencio. No sabía qué debía hacer, quería romper a llorar, decirles cuánto lo sentía, explicarles que no eran ellos los culpables de mis errores y que yo estaba dispuesta a asumir cualquier consecuencia.

Una vez que terminamos de sacar todo lo del desayuno, volví a pasar por el comedor. Mi padre estaba de pie, como esperando para decirme algo, pero no lo dijo. Decidí retirarme a mi habitación, sus miradas de dolor eran más de lo que yo quería y podía soportar. Sin embargo, su voz me detuvo.

—Laura.

—¿Qué? —respondí a mi padre con sumisión.

—Ven acá, tenemos que hablar.

Aquella frase era siempre tan inoportuna, sabía que no podía anunciar nada bueno, pese a su inesperada actitud durante el desayuno. Asentí en silencio y me senté en el sofá. Esperamos que llegara mi madre y ambos se sentaron frente a mí en el otro sofá.

—Laura, lo que has hecho no nos enorgullece para nada, para nosotros es una completa decepción, no esperábamos que nuestra hija, nuestra única hija fuera una descuidada con toda la educación y la formación valórica que te hemos entregado.

—Lo siento, lo siento de verdad, por favor perdónenme y pónganse en mi lugar —supliqué.

—Que lo sientas ya no arregla los errores. Ahora es tiempo de encontrar soluciones.

—¿A qué se refieren?

—No estamos de acuerdo con tu embarazo, pero tras una noche de conversación, de dolor, de llanto y de decepción, sabemos que no tenemos otra opción. Ese bebé, querámoslo o no forma parte irremediable de nuestra familia. Pero queremos escucharte, saber qué es lo que pretendes hacer. Eres joven, está tu vida en la universidad, no podrás seguir estudiando en otra ciudad. Tu vida ahora cambiará mucho.

Aquellas palabras parecían un consuelo y una posible solución a mis problemas. Mis padres siempre fueron comprensivos y con aquellas palabras me demostraban una vez más que tenía los mejores padres del mundo.

—Lo sé.

—Entonces ¿Qué es lo que piensas hacer?

—Me cuesta mucho aceptar que voy a ser mamá, no es algo que estuviera en mis planes, pero debo asumir mi responsabilidad. No soy la primera chica universitaria que queda embarazada y debe salir adelante con su bebé. Espero que ustedes en algún momento me apoyen, sola no voy a poder.

—Hija, aunque nos duela, no te vamos a dejar sola —afirmó mi padre.

—Nos duele todo esto, pero ese hijo es nuestro nieto, no lo dejaremos a su suerte, no permitiremos que te deshagas de él tampoco. Sabes que con nuestra profesión salvamos muchas vidas y, por lo mismo, no podríamos dejar que alguien de nuestra familia sufra —agregó mi madre.

Aquellas palabras de mi madre eran tan conmovedoras, que no pude mantenerme indiferente frente a ellas. Me levanté y la abracé con todas mis fuerzas. Lloré con una mezcla de sentimientos, tranquilidad, dolor, felicidad y mucha pena por poner a mis padres en esta situación. Ella correspondió a mi abrazo. Yo, entre sollozos, repetía una y otra vez "lo siento".

Cuando pude recobrar la calma, me senté junto a mis padres. Tomé la mano de mi madre y comencé a hablar.

—No saben lo feliz que me hace escuchar sus palabras, saber que me dan una nueva oportunidad, saber que me aceptan a pesar de mis errores y que aceptan a este pequeño bebé que está creciendo en mi interior.

—Es nuestro deber como padres protegerte y ten por seguro que te apoyaremos en todo. No esperábamos ser abuelos tan pronto, pero por algo pasan las cosas —explicó mi padre.

—te vamos a pedir que te quedes unos días más en la ciudad, queremos que vayas al médico para que controle lo de tu embarazo. Desde ahora tienes que cuidarte, no solo por ti, sino por nosotros y por ese nieto que nos vas a dar —Agregó mi madre.

—Claro, como ustedes quieran —respondí.

—Además, esperamos conocer pronto al padre de ese hijo y saber qué harás con lo de la universidad —comentó mi padre.

—Está bien, él quería venir, pero yo no se lo permití, pronto podrán conocerlo y con relación a lo de la universidad, de momento puedo seguir, cuando esté cercana la fecha del parto tomaré una decisión.

—Bueno, respetaremos tus decisiones, ya eres mayor de edad y debes comportarte como toda una mujer, más ahora que serás madre —concluyó mi padre.

Continuamos nuestra conversación por un rato, arreglando algunos detalles de mi embarazo, comentándoles cómo había conocido a Gonzalo y de lo duro que habían sido para nosotros estos últimos días. No podía evitar pensar en él, en lo que su familia diría al saber que él sería padre.

Apenas tuve tiempo decidí llamarlo para comentarle cómo habían reaccionado mis padres. Ahora estaba más tranquilo al saber que al menos ellos nos apoyarían. Él, en cambio, esperaría mi retorno para contarle a sus padres de mi embarazo.


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Próximo domingo nuevo capítulo. No olviden votar y comentar.

Me niego a perderte ©Where stories live. Discover now