Despedida de solteros - I parte.

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Nunca me había pasado esto. Bueno, en realidad sí, pero no a este nivel.

Sin embargo, fue sólo ese gesto, levantar la mirada de su libro de historia para dejarme hipnotizada.

—Jenna... ¿estás escuchando? —la voz de Harry me sacó del limbo en que me hundieron sus ojos. Asentí repetidas veces para que me dejara en paz y yo pudiera seguir mirándolo. Hasta el día de hoy no me daba cuenta de lo hermoso que se veía con el ceño fruncido escarbando página tras página para hacer su tarea.

—Deberías estar haciendo tu tarea en vez de distraerte con mi cabello —dijo sin apartar la vista del libro.

—Y tú leyendo en vez de estar pendiente de lo que haga y lo que no —le respondí, volviendo al tono arrogante y terco que utilizaba cuando estaba junto a él para que no se diera cuenta de lo estúpida que me dejaba con solo estar a mi lado.

—Jenna... nos casaremos este fin de semana, podrías dejar de pelear al menos, ¿no lo crees? —replicó. Bufé sonoramente, por supuesto que sabía que nuestra boda sería este fin de semana, por eso estaba así: tan cambiante. Podía ser dulce y de repente enojona. Los nervios me comían viva.

—De acuerdo —no tenía caso resistirme, además, con la mirada de cachorro que tenía Harry sería imposible negarme.

Estos últimos días él también lucía nervioso: cometía errores, tropezaba con sus propios pies e incluso reprobó en una prueba. Pero eso no pareció importarle, algo lo tenía muy preocupado y estaba segura de que no era por la boda.

Iba a averiguarlo.

Llamé a Abi para que fuera a la casa, ella llamó a Fati y Fati a Sol. Después de media hora, estábamos las tres en mi habitación pensando qué podría tener tan afligido a Harry.

—¿Y si ya no se quiere casar? —postuló Abi.

Una parte de mi se alarmó muchísimo, era la parte que ansiaba estar con Harry.

—¿En serio lo crees? —le preguntó Fati.

Abi lo pensó unos segundos y refunfuñó.

—Claro que no, pero era sólo una idea.

—Pues se aleja mucho de la realidad —agregó Sol.

Estuvimos mucho tiempo pensando y cuando oscureció, las chicas terminaron por ver Titanic en la televisión. Yo las observé mientras ellas le gritaban al capitán para que no chocara contra el iceberg, extrañaría formar parte de este grupo. No quería decir que dejaría de ser amiga de ellas, jamás me separaría de las mejores amigas que alguien podría desear, pero desde la próxima semana las cosas no sería lo mismo: ellas podrán tener novios y salir sin preocupaciones, mientras que yo estaré casada. Sin mencionar que cuando acabe el año sólo quedaremos Mike y yo en la escuela. Crecer apestaba.

Eso me recordó el libro de Peter Pan que Harry me regaló. Me levanté para buscarlo en mi estantería, pero no estaba. Pasé por al lado de las chicas, que ni siquiera notaron mi presencia ya que estaban ocupadas viendo como Jack besaba a Rose, y salí de la habitación.

Seguro se me había quedado en el cuarto de Harry y había olvidado traerlo cuando me cambié.

Toqué la puerta un par de veces, pero nadie respondió. Entré de todas formas, las luces estaban apagadas, pero del baño se traslucía un débil resplandor. Y también se oía el sonido de la ducha.

Encendí la luz y comencé a buscar mi libro, tenía que estar por alguna parte. Revisé debajo de la cama, en los muebles, en el closet, en el velador e incluso en la mochila de Harry. Y ésta última fue la que llamó mi atención.

El hijo de la niñeraWhere stories live. Discover now