Chocolate

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Ella era todo chocolate.

Y el adora el chocolate.

Y por el hecho de que el adora el chocolate, al verla no puede mas que pensar en lo bella y deliciosa que se ve.

La observa beber un poco de chocolate caliente, esa mañana hace frío, y una buena taza de chocolate es todo lo que el necesita para entrar en calor, pero como comportarse cuando vez a tu mejor alumna de una manera diferente??

Cuando la comienzas a ver como algo bello y suculento, cuando te comportas como un cazador observando a su presa.

Pero él recuerda que ella no es una presa, más sin embargo ella es suculenta de arriba a abajo.

Del lado en que el le mira ella es deliciosa y apetecible.

Ella es chocolate, puro chocolate.

Desde sus ojos de color chocolate claro, como el chocolate con leche, e incluso mas claro con avellana, sus cabellos de chocolate, él podía apostar a que Hermione Granger sabía a chocolate, dulce con miel y con canela, y tal vez con algún relleno, como la avellana de sus ojos.

Ella era hermosa a sus ojos, y suculenta a la vez.

No podía evitar verla sin sentir dos cosas.

La primera era besarla y descubrir su sabor, para poder dormir y dejar de pensar en ello, y la segunda, no podía evitar sentir a su corazón de lobo latir a una velocidad impresionante, que a él mismo le sorprendía.

Pero ella causaba aquella sensación.

El deseaba besarla y no parar jamás, el deseaba a Hermione Granger, y sabía que estaba mal, sabía que no era correcto, sabía que eso tendría sus consecuencias, pero el no podía evitar sentirse de aquel modo.

Ella le causaba eso, y mucho más.

Le hacía volar, le hacía suspirar, y le hacía desvelar.

No podía estar un solo momento sin poder pensar en ella, y eso le complicaba todo.

No se concentraba como debía, y no podía dejar de mirar sus labios, mientras se limpiaba de sus bellos labios el chocolate.

Como era posible que la deseara tanto?

Como era que seguía sentado en su lugar y no había saltado a lamer sus labios.

Como era que aún tenía el aquel auto-control???

Era una cuestión que no entendía, ya que lo único que más deseaba era besarla y besarla, lamer sus labios y probarla, como si fuera una barra de chocolate, para deslizarse poco a poco a su cuello y averiguar si su cuello sabía a miel o a canela.

Quería probarla, quería tenerla, quería que ella fuera suya.

Pero no podía.

Era un maestro, SU maestro y un licántropo.

Pero a ese licántropo le gusta el chocolate, más que la sangre, y su instinto le dice que ella es su presa y que el la desea.

Le dice que ella debe ser suya, y que debe probar aquellos labios rojos y jugosos.

Su instinto lobuno le hacía grabar su aroma a vainilla en su memoria, y le hacía querer correr hacia ella, y ver aquellos ojos que tanto adoraba, deseaba perderse en aquel océano de chocolate que tanto le atraía.

Tenía hambre.

Tenía hambre de ella, hambre de Hermione Granger.

Y mientras un cabello castaño de la joven se colocaba en su labios, el licántropo no pudo evitar pensar en fresas bañadas en chocolate.

O en la loca idea de bañarla en chocolate y probarla después.

Ya había olvidado su sabor, desde hacía dos semanas, desde que había salido de la enfermería y no recordaba su sabor.

Eso le volvía loco.

El necesitaba probarla una vez más, la necesitaba, no como hambre, no como lujuria sino como una necesidad mas intima y privada, que le hacía consciente de que el podía estarse enamorando demasiado.

Necesitaba a Hermione, necesitaba ese chocolate.

Desde aquel beso que se habían dado no podía mas que intentar recordar su sabor, recordar todo, había sido tan poco el tiempo, no la había disfrutado como quería, no la había saboreado.

Y el deseaba hacerlo.

La deseaba a toda ella, y no podía soportarlo por mas tiempo.

Y mientras bebía un sorbo de su té.

Sus ojos se cruzaron, y Remus John Lupin supo que no podría aguantarlo más, el necesitaba chocolate para calentar su día, el necesitaba a Hermione para calentar su corazón.

El la quería.

Pero ahora él mas que nada la deseaba.

Deseaba probar esos labios y apoderarse de ellos.

Y los deseaba ya, la deseaba ya .

Hermione era una exquisitez y necesitaba probar el cielo, necesitaba probarla.

Pero para su desgracia el cielo tendría que esperar, ya que faltaban cuatro largas horas, sin contar lo que quedaba del desayuno para poder probarla.

El estaba dispuesto a probarla.

El era un lobo, por lo tanto un depredador, y ella era su presa, y por conclusión, el depredador siempre consigue a su presa.

*** *** ***

Todos los Derechos de esta Maravillosa Obra le Pertenecen a la Autora que es Patrice Bellamy.

Aceptando SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora