Cuando la lluvia aminoró, Alexandria se fijó en el caballo lanudo de Ikei, fuera de la cueva de tierra y lodo, quietecito junto a uno de los árboles. Recordó a su potro y se preocupó por su seguridad.
Luego, se dijo que quizás sabía cómo volver al pueblo solo, si es que no se desorientaba por la tormenta.
Suspiró y se apretó otra vez su túnica contra el pecho. Ikei se preocupó por su gesto.
—¿Tienes frío?
—Estoy bien —contestó ella. Permaneció un momento en silencio, pero la verdad era que estar callada hacía todo eso más incómodo y raro, así que buscó conversación—: ¿Por qué creen ustedes que las diosas les dieron estos poderes para el bien?
—¿Por qué nos los darían para el mal? —preguntó Ikei a su vez, con una expresión de leve incredulidad, como si su pregunta no tuviese sentido.
Para Alexandria, que conocía la maldad de la gente, la falta de empatía y la indiferencia, era muy fácil que mucha gente usara esos poderes para realmente hacerle daño a la gente. No podía siquiera creer que las diosas no supieran algo como eso.
—Hay gente terrible en este mundo... —musitó, abrazándose las piernas y hundiendo la cabeza en el hueco entre ellas—. Gente que maltrata, que castiga, que mata... Imagina que alguien como ellos tenga esos poderes... No son dones, serían armas.
—No puedo negarte eso. Pero no creo que nuestras diosas le den estos dones a cualquiera. Si lo dices por ti... Bueno, hay gente que comete errores y se arrepiente de corazón. Gente que busca mejorar día a día y pagar sus pecados. Nuestras diosas abrazan a quienes abrazan el cambio y el perdón —contestó Ikei, como todo predicador—. Primero hay que perdonarse uno mismo, aunque no lo creas.
A Alex le parecía curioso que él tuviese las palabras justas, que las dijese con tanta convicción que pareciesen más que sinceras: ensayadas. Arrugó la frente y levantó la cabeza.
—Voy a ser sincera contigo —dijo, con voz lo más clara y amable posible. Era difícil serlo cuando sentía que estaba tratando de manipularla—. Tuve una vida muy dura, siempre he estado completamente sola y jamás nadie a velado por mí. La única razón por la que sigo viva es porque he tenido suerte. Le he rezado a nuestras diosas todas las noches, deseando que alguien me salvara y no pasó. Luego descubrí que tengo estos dones y que probablemente ellas no me han escuchado por eso, porque no creo que mis dones sean buenos. ¿Dime cuántas brujas conoces que maten gente con solo tocarla?
Ikei parpadeó, un poco sorprendido por la velocidad de sus palabras.
—Eh... —dijo, levantando una mano como para contar, pero la bajó enseguida.
Alexandria apretó los labios y asintió, con más pena y pavor que enojo.
—Exactamente.
—Podremos ayudarte a controlarlo. En nuestra comunidad...
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Destinos de Agharta 2, Nyx
FantasyAlexandria es una esclava con una aficción que le complicará la vida. Ya de por sí debe enfrentarse día a día a las suposiciones de su ama y a las miradas encantadoras del joven Thielo, a quién obviamente quiere mantener apartado de ella. Pero aun...