#7: Ir a la corte juvenil

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Junio.

Ah, el olor a pescado siempre tan penetrante.

Veo a Eduardo despachar pescado a la velocidad de un rayo mientras yo cobro la larga fila de clientes que ellos tienen. Don Rodrigo ayuda a empaquetar lo más rápido que puede mientras los clientes parecen abalanzarse sobre nosotros en nuestro pequeño local.

En su época de juventud, don Rodrigo solía ser pescador y vendía su cosecha a los negocios que estaban alrededor de la playa, era conocido y querido por todos, entre ellos, la hija del antiguo dueño de este local. Cuando él se casó con ella, decidió dejar de pescar para dirigir la tienda, el cariño que todos sentían por él ha mantenido a flote él negocio pese a las grandes tiendas cercanas donde se venden mariscos y, recientemente, el lugar es poco popular por sus precios bajos y por el "apuesto" vendedor misterioso y soltero.

Recuerdo que la madre de Eduardo solía hacer platillos deliciosos con la mercancía restante, incluso hacía reservas y la gente las compraba incluso más que los pescados y mariscos en sí. Don Rodrigo planeaba hacer del lugar un restaurante para su hija cuando ésta enfermó y nunca se recuperó. Hay quienes aún lamentan la pérdida de Adriana y añoran sus platillos deliciosos, entre ellas, Eduardo y yo.

Una vez que la horda de gente se va, Eduardo se deja caer sobre la silla metálica que hay en el lugar mientras limpia el sudor de su frente, su uniforme blanco y se quita los guantes transparentes para tirarlos al pequeño bote. Don Rodrigo se levanta a lavarse las manos mientras yo estiro mis brazos atrofiados.

—Gracias por ayudarnos, Jazz —dice Eduardo limpiando su cara con un trapo.

—Deberías invitarla a salir a bailar al menos —lo regaña don Rodrigo secando sus manos con su propio trapo—. Está sacrificando sus vacaciones para atender este cutre negocio.

—No pienso que sea cutre, don Rodrigo —respondo riendo nerviosa mientras sacudo mis manos frente a mí—. Además que, me gusta ayudarlos un poco y pasar tiempo con ustedes.

—¿Ya ves? —le dice Eduardo a su abuelo mientras me señala con su brazo vagamente—. Te dije que no era problema para ella.

—Obvio que no lo va a admitir, ella es una muchacha educada, ¡sonso! —replica su abuelo malhumorado haciendo que Eduardo suelte un suspiro cansado.

—Realmente no es problema —respondo riendo nerviosa tratando de aliviar el humor de don Rodrigo.

—Ay, Jazz, eres un angel —me dice don Rodrigo tomando mis manos mientras me sonríe—. No entiendo porqué eres amiga de un sonso como mi nieto, pero lo agradezco.

—También te quiero viejo —responde Eduardo con una sonrisa burlona.

—Su nieto es un buen hombre que siempre me está cuidando —respondo con una sonrisa mientras mi abuelo asiente—. Colaborar con ustedes es solo lo justo por su hospitalidad.

—¿Qué haces aquí, Jazmín? —La voz de mi madre me hiela la sangre, volteo a verla y se ve llena de ojeras mientras sostiene su bolso.

A pesar de haber pasado seis meses desde la muerte de Joseph, madre no ha hecho muchos progresos en cuestión emocional, lo más que hemos podido es que salga de casa y fue porque papá ya no hace las compras, así que ella tiene que hacerlas de mala gana.

¿Qué hacer antes de morir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora