3. Sorpresa inesperada

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Había transcurrido ya una semana y ya su imagen salia en las revistas, la consideraban como una de las bellezas de la ciudad gracias a que su madre era una gran diseñadora. Desde que había llegado a Londres la habia notado muy ocupada; si no estaba sobre algunos papeles que suponía su trabajo, siempre iba pegada al celular. No tenía casi tiempo para nada, se había sacrificado en cuerpo y alma a su trabajo y no quería que hubiera ningún fallo en ello. En ocasiones su madre se mostraba preocupada por no poder atenderla en todo y ni siquiera había podido mostrarle la ciudad, algo que había querido hacer desde el primer momento, pero por ahora no importaba porque Hannah la entendía perfectamente. De todos modos tenía a cándida que era muy amable y de vez en cuando hablaban de cosas interesantes mientras trabajaba y hasta en ocasiones habían hecho la compra juntas y cuando se metía en su cuarto hacía dibujos. Le encantaba dibujar y así se distraía o hablaba con su padre por teléfono.

Aquella mañana se había duchado y como no iba a salir, se puso unos pantalones cortos de color blanco y una camiseta y bajó para la cocina pero cuando ya se encontraba en el salón se sorprendió con que su madre seguía en la casa y por lo visto estaba arreglando un asunto.

-¿Mamá? ¿qué haces todavía aquí? Pensé que ya te habías ido a trabajar.

-Lo sé hija pero quería traerte personalmente la sorpresa que he preparado para ti.

Recordó que Candy le había advertido de dichas sorpresas, pero ahora qué se había tramado.

-¿De qué se trata?-preguntó. No quería recibir de nuevo gente extraña.

-Está fuera-contestó emocionada.

Hannah miró hacia fuera y pudo ver a un hombre de espaldas que seguramente era un guardaespaldas pero estaba bien claro que no era el de su madre y se podía notar que era un poco más joven.

La inundó el pánico y deseo que no fuera lo que se imaginaba.

-Mamá, ¿qué es eso?

-Es para ti. Tu nuevo guardaespaldas y chófer.

-Es una broma ¿verdad?-quería que fueran alucinaciones, no quería que fuera cierto.

-Por supuesto que no ¿como crees?- dijo seria-aunque es nuevo, es uno de los mejores que hay. Se llama Héctor y conoce muy bien la ciudad, podrá llevarte a cualquier lugar que quieras, a ver si así te despejas un poco y deje de parecer que te tengo aquí encerrada.

Ella nunca había pensado en eso pero conocía a su madre, no había nada que la hiciera cambiar de opinión. Con lo bien que ya se sentía. Pero tenía que reconocer que debía visitar a menudo la ciudad y así conocerla pero ¿con la guía de un guardaespaldas?

-Reconozco que al principio no es fácil-dijo su madre mientras recogía su bolsa para regresar al trabajo- pero ya te acostumbrarás y me lo agradecerás, eso te lo aseguro.

Fijó su mirada en su hija quien todavía no estaba de acuerdo con dicha idea. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.

-Yo que tú no perdía tiempo y me iba de compras. Que te diviertas.

Vio cómo salia de la casa al mismo tiempo que era acompañada por su guardaespaldas, " ya te acostumbrarás" se le vinieron a la mente las frases de su madre. Ya no era una niña, había cumplido ya los veinte y quería independizarse aunque fuera solo un poco pero era imposible teniendo a unos padres como ellos quienes no querían arriesgarse a enfrentar algo inesperado.

Se acordó de que tenía que conocer a su nuevo guardaespaldas, suspiró hondo y salió al patio donde estaba Héctor con una mano apoyada en la otra, con la común postura de los guardaespaldas. Llevaba puesto un traje negro y tenía la mirada fija; ella se armó de valor y estaba decidida a deshacerse de él. Llevaba encima su talonario, regalo que le había hecho su madre una vez que llegó, pero lo que no entendía era por qué lo llevaba si no había tenido planes de salir y ahora lo importante era que iba a hacer uso de él.

Querido Guardaespaldas (Completa en Buenovela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora