Smile

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Eran las nueve de la mañana, Baekhyun estaba sentado en la sala de estar con una cobija encima fingiendo ver el televisor con esperanzas de que el tiempo pasara más rápido. Pero no parecía surtir mucho efecto. Nadie había llamado a la puerta aún.

El día anterior después de que comieron pizza, el gran Chanyeol le había entregado su número y le había dicho que saldrían una vez más ese mismo sábado por la mañana.

Tratando de confirmar lo ocurrido por décima ocasión y haciendo esfuerzos sobrehumanos para convencerse a sí mismo de que no era ninguna broma de mal gusto, el pequeño Baekhyun revisó su lista de contactos.

Sólo había tres nombres.

•Mamá

•Papá

•El Gran Chanyeol

De pronto, la idea de que probablemente le había dado un número falso asaltó su mente y tuvo el impulso de hacer una llamada para asegurarse de que no se había burlado de él como todos lo hacían.

A los pocos minutos, ya se hallaba en espera de que alguien contestara en la otra línea. La mano le temblaba de los nervios, la incertidumbre y el miedo a haber sido engañado.

En su fuero interno, confiaba en que el gran Chanyeol no habría sido capaz de hacer algo así.

—¿Baekhyun?

El pequeño Baekhyun dio un sobresalto cuando llamaron a la puerta, casi al mismo tiempo en que recibió una respuesta. El corazón comenzó a latirle desbocado al escuchar su profunda voz. Era él, sin duda era él.

—Baekhyun ¿estás bien?

El pequeño Baekhyun contempló a su madre bajar las escaleras y dirigirse a la puerta para abrir.

—Ho... Hola— balbuceó mientras veía con sus propios ojos al gran Chanyeol sonreírle a su madre, hacer una vaina ante ella e ingresar en su casa; llevaba el móvil contra la oreja.

—Hola— respondió, esta vez sonriéndole a él.

Avergonzado, el pequeño Baekhyun finalizó la llamada y se cubrió aún más con su cobija, volviendo a centrar toda su atención en el programa de animales salvajes que se suponía había estado viendo con mucho interés.

El gran Chanyeol sonrió enternecido y se guardó el móvil en el bolsillo de sus jeans.

—Baekhyun, avísame cuando te vayas ¿de acuerdo? No olvides tomarte el licuado que te dejé en la nevera— dijo su madre.

El gran Chanyeol se acercó al pequeño Baekhyun y se sentó junto a él, provocando que éste se tensara un poco ante su cercanía.

—¿Desde qué hora estás despierto?— le preguntó el chico.

—Las seis— respondió el pequeño Baekhyun sin apartar la mirada del televisor.

El gran Chanyeol se mostró anonadado.

—¿Las seis? Pero te dije que vendría a las nueve, no era necesario que te levantaras desde tan temprano.

El pequeño Baekhyun se encogió inocentemente de hombros. Eso ya lo sabía, sus padres le habían dicho lo mismo cuando lo vieron salir de su habitación envuelto en su cobija. Seguía sin entender qué había de malo con eso.

—¿Está... mal?— se atrevió a preguntar, mirando al gran Chanyeol por el rabillo del ojo.

—No. No digo que esté mal, pero no era necesario.

El virus de la felicidadWhere stories live. Discover now