Capítulo 22

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El baño pronto se llena de vapor. El agua caliente irrita mi piel. Y el vapor me ahoga. No noto mucha diferencia. Desde hace tiempo que siento esa sensación. La sensación de ahogo. Me pongo la toalla y la sostengo para que no se caiga. Me pongo delante del espejo y con mi palma quito lo empañado del mismo. Me veo en el espejo; unas sombras negras se han posado bajo mis ojos. Bajo la mirada y me pongo la ropa.


Salgo del baño y entro a la recamara. Me acuesto y miro el techo que se ha tornado


oscuro por la noche. Paso saliva e intento cerrar los ojos. Trato de no pensar y


dormir.

Sostengo un arma, apuntando en un punto específico donde no hay nadie. Entre cierro los ojos y bajo el brazo que sostiene firmemente la pistola. Me giro buscando


el objetivo al que apuntaba. Pero no hay nada. Me quedo quieta y mi corazón late


rápidamente. Una mano me toma el hombro y yo me giro colocando el cañón en su


frente. Elías.
Me estremezco al ver su rostro sangrante. No me detengo a pensar cómo es que esta aquí. Respiro mejor al verlo con vida, con la cara cubierta de golpes, pero al menos está de pie, vivo. Y por un momento, tambien me siento viva. Lo abrazo con fuerza. Y no lo quiero soltar,


pero comienzo a respirar con dificultad. Y al soltarlo veo el rostro de Gustavo.


Levanto el arma y disparo. Su cuerpo cae al suelo. Me acerco y el cuerpo de Elías


termina sin vida.

-tú lo has matado-. Sonríe Gustavo al otro extremo. Vuelvo mis ojos a su cuerpo. Me tiro al suelo para acariciar su rostro. Pero se desvanece en mis manos.


-No-. Grito.


Me despierto sacudiendo la cabeza. Respiro con dificultad.
Coloco los brazos en mi cara y me cubro para que no se escuche mi llanto. Yo no pude mantener a Elías con vida, no pude salvarlo y moriré sintiéndome culpable, aunque mate a Gustavo.

Me siento en la orilla de la cama, noto que son las tres de la mañana; me duele la cabeza. Solo quiero despejarme. Solo quiero estar un momento a solas. Para


pensar. Busco una buena emboscada. Gustavo aparece de repente. Y no deja rastro, ¿cómo hago que venga a su muerte si nunca se que será el siguiente paso? Tal vez esto lo debo platicar con Bruce y Jackson. Tenemos que conseguir un buen plan. Algo en verdad bueno.


Tocan a la puerta. Pero ni Jackson ni Bruce se percatan. Camino hasta ella y abro


despacio. Me encuentro con Judith, que dio conmigo sin problemas. La hago pasar


y la abrazo. Otra involucrada. No quiero que nadie más muera, pero es estúpido


pensar que puedo sola. Llegamos hasta la cocina.

-te voy a ayudar, en lo que sea-. Asegura.
-Judith, tienes que saber, quien soy-.
-dimelo, lo que sea, estoy aqui-. Sonríe.
-soy la hija de un asesino
-Amelia, eso no es tan grave-. Toma mi brazo.
-tu vida y la de ellos dos, corre entre mis dedos como agua y no puedo hacer que pare.
-lose, pero juntos, el agua dejara de correr-. Sonríe.

¿Cómo detienes el agua? ¿Cómo vas a detenerla si va en cascada? Le sonrió para


que piense que creo en eso de "todo estará bien".

Entra Bruce tallándose los ojos, al mirar a Judith se peina con los dedos el cabello


alborotado.

La hija de un asesinoWhere stories live. Discover now