- capítulo único -

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Un pequeño suspiro se me escapa de los labios cuando al fin te veo llegar, como una reacción inevitable de mi parte ante ti; una que tú me provocas sin siquiera intentarlo, y sin jamás saberlo.


¿En qué momento me volví tan ridículo?

Quizá desde que te vi la primera vez. Aquel día en que despreocupado atravesaste esa puerta soltando un adorable bostezo, tu sola presencia bastó para atrapar mi mirada.

Todo en ti era hipnotizante, desde las cuerdas mal atadas de esas sucias Converse grises, hasta el último cabello rebelde que se rehusaba a apartarse de tus ojos. Tus ojos... Algo en el color de tus ojos me atraía como un imán; y es que ese mismo color esmeralda me habría parecido ordinario de no haber sido tu rostro al que adornaba. Porque el sólo hecho de pertenecerte parecía hacerlo brillar.


Desearía pertenecerte para que me hagas brillar también...

Pero la inseguridad que se interpone en mi camino es más fuerte. Tanto que soy capaz de contemplar por horas cómo tus dedos golpean casuales la madera de tu mesa, mientras que tu cabeza cubierta de esas largas hebras rojas descansa sobre tu brazo y esos bonitos ojos que tanto me cuesta dejar de mirar permanecen distraídos en el exterior de la ventana que miras sin ver; pero no soy capaz de levantar mi estúpido trasero de esta silla y ponerlo en la que está junto a la tuya.

Soy capaz de verte por horas bebiendo ese café que la camarera te trae siempre y la hermosura de esa pequeña sonrisa que le regalas en agradecimiento tal como acabas de hacer, pero no de atreverme al fin a compartir uno contigo. Porque no es el delicioso café que este lugar ofrece lo que me hace venir cada tarde a pedir uno, sino la idea de poder disfrutarlo mientras te veo a ti hacer lo mismo.


¿Como es que la cobardía puede llegar a ser tal, que mirarte se me ha vuelto un pasatiempo de los más bellos, pero ignoro lo infinitamente mejor que sería lograr que tú me mires? Ignoro lo infinitamente mejor que me sentiría de obtener una sola palabra tuya, o simplemente un minuto de tu atención.

Porque llevo días y días desde que comencé a observarte por primera vez, sin atreverme a más que eso.

Y tú pareces tan envuelto en tus propios pensamientos, en tu propio mundo, que a veces temo interrumpir esa perfecta calma que siempre te acompaña y hacer que te enfades conmigo. No te culparía si lo hicieras, porque es lo que todos hacen; y tampoco los culpo a ellos, porque, después de todo, soy yo el que siempre llega a molestar y luego calla.


Talvez deba intentarlo...

¿Pero cómo, si cada vez que me acerco a alguien con intenciones de hablar, sólo murmullos y palabras inaudibles cargadas de inseguridad acaban saliendo de mi torpe boca?


No tengo el valor para caminar hasta ti y preguntar tu nombre, y menos aún una idea de cómo deba seguir la conversación luego de hacerlo. Seguro te parecería extraño que de la nada un chico, completamente desconocido ante ti, abandone su solitario lugar observándote en la mesa del fondo para ganarse uno a tu lado.

Si con eso lograra agradarte, créeme que lo haría. Dejaría a un lado esta maldita timidez que me agobia y juntaría toda la valentía oculta en mi interior, para conocerte, una pizca de gracia, para hacerte reír, y un toque de audacia, para nunca dejarte ir.

Pero no lo he hecho aún y talvez nunca lo haga, porque quizás me rechaces, y no quisiera seguir siendo rechazado.


Y porque talvez mi lugar simplemente está aquí; sentado, mirando con ojos ausentes la increíble belleza de tus labios al curvarse en esa tierna sonrisa, cuando la ves entrar... De la luz que parece encenderse en tus ojos al momento de encontrarse con los suyos... De tu boca al decir "Hola, amor"...


...Y deseando que fuera para mí.


All I want is Nothing  [OS. Frerard]Where stories live. Discover now