19. Una salida.

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Abrió sus ojos y vio que el sol ya había salido, volteó a ver su celular que estaba en su mesita de noche y antes de mirar la hora tuvo la pequeña esperanza de tener alguna notificación. No había nada y solo se dedicó a ver la hora mientras suspiraba. Bajó a la cocina de dónde provenía el olor de zumo de naranja y huevos estrellados con salchicha; llevaba puesto su pijama de ovejitas de colores y unas pantuflas rosas —aunque no fuese su color favorito—, pero las utilizaba porque su mamá se las había regalado.

—Al fin el sol salió.

—Mamá, el sol salió desde hace horas.

—No me refería a ese sol, sino a nuestro solecito —dijo su abuela.

Girasol sonrió débilmente y se sentó en la silla ubicada enfrente de su abuela. Mantenía la cabeza hacia abajo con el temor que alguna de ellas —su madre o abuela— vieran las enormes bolsas de hinchazón que habían debajo de sus ojos. Su mamá apagó el fuego de la estufa y colocó el plato enfrente de su hija, mientras que ella aún mantenía la mirada hacia abajo. Una carita sonriente —los dos huevos estrellados eran los ojos y la salchicha la boca— observaban a Girasol. Quedó viendo indeterminadamente la carita y fue así como vagó en sus pensamientos.

—Sol.

—Sol, hija, te habla tu abuela.

— ¡Girasol! —gritó su abuela.

Reaccionando un poco asustada alzó la cabeza y miró a ambas mujeres.

—Eh, lo siento, estaba... nada. ¿Qué pasó?

—Hija, ¿te sientes bien? —preguntó su madre.

—S-sí, ¿por qué?

—Porque... —su abuela interrumpió a su propia hija.

—Solecito, ve a mi habitación y trae lo que está debajo de mi cama, por favor.

Asintiendo rápidamente, se paró del asiento y corrió a la habitación de su abuela, cuando Girasol hizo eso su madre volteó a ver a su abuela y solo negó. Cuando encontró el paquete que había debajo de la cama de su abuela, la curiosidad la mató y deshizo el nudo que este tenía. En cuanto abrió la caja, la soltó inmediatamente. En el interior había una carta.

"Sin [ti]tulo".

La desdobló pausadamente y la leyó.

"Si estas palabras cambiaran todo, no importa. Si quieres después de leer la carta, haz lo que se te plazca con ella; quémala, rómpela, tírala u olvídala.

Si sigues preguntándote qué siento por ti, te explicaré mis pensamientos y del porqué de mis acciones; quizá así por fin comprendas mis razones:

Cuando era el Steven "malo"; el que todos recuerdan, solo una vez en mi vida dejé que otra persona viera mis verdaderos sentimientos y miedos, pero fue suficiente para darme cuenta que las personas que dicen quererte te lastiman. Tristemente esa persona que yo quise y me lastimó, fuiste tú, Girasol; me lastimaste tantas veces como tú quisiste, sin importarte como me sentía yo, porque según tú y todos esos estúpidos de la universidad siguen creyendo que el antiguo yo (o como dirían ellos "el antiguo Steven") existe. Creyendo que nadie me quería por cómo era (incluyendo a mis amigos) seguí el mal camino. Sé que sonará inmaduro, ridículo y todo lo que tú quieras pero es cierto, seguí con esa mentalidad hasta que llegó alguien y me sacó de ese vacío. ¿Adivina quién? Sí, tú, de nuevo, Girasol. Que irónico, ¿no?

Ambos nos enamoramos y ambos nos aferramos el uno al otro. Ambos nos mentimos y ambos nos destruimos.

Me hiciste ver todas las cosas buenas que había estado ignorando todo ese tiempo con tan solo unas palabras. Después de tantas mentiras me di cuenta que había una verdad entre todas ellas, y fue que... nunca me amaste. Fui un tonto porque solo por un diminuto momento creí que sí me amabas. ¿Te cuento algo? Me alegraba hablar contigo, verte, más o menos besarte y amarte porque me tratabas de una forma que no sé ni cómo definirla.

GirasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora