Capítulo II, y III

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En esa casa colocan muchos cubiertos en la mesa a la hora de comer. Ni en mi adolescencia me asustaban. Sé que el tenedor chico es para la ensalada, el grande para la carne, el cuchillo pequeño para el pan, la cucharota para la sopa. Mi padre es de hablar suave y educado, delgado y enjuto, camina con ligereza; sus ojos son azules como los míos, y siempre viste chaleco como si tuviera frío. Nunca ensucia su ropa ni se despeina. Ramón, mi padrastro, es panzón y de voz fuerte; es apiñonado, de baja estatura, adora el fútbol y la cerveza. Cuando los comparo se me confunde el mundo, no entiendo por qué a unos nos tocan ciertas cualidades y a otros tan pocas... como a Ramón.

Pensando en resolver esta cuestión y saber quién decide si te toca nacer rico o pobre, gritón o mesurado, Ramón o Kenneth, le pregunté tartamudeando a mi padre biológico:

-Míster Dashwood, ¿quién inventó el mundo?

-Esa es una gran pregunta, Kenny. Eres un jovencito demasiado maduro -me dijo-, me gustaría que tú mismo encontraras la respuesta. Vamos a mi estudio.

Si hay algo grande en esta casa es el estudio, tiene chimenea, bar y unos sillones de piel en los que nadie se ha sentado jamás. El escritorio es muy antiguo, traído desde Alemania, perteneció al primer Kenneth Dashwood, quien nació por ahí, pero luego emigró a la isla británica; creo que fue del tata tatarabuelo. Este mueble sobrevivió a las dos últimas guerras, me ha dicho mi padre, y en él se cree que se firmó la disolución del Sacro Imperio Germánico. Me quedé callado cuando me contó esto, pues no supe de que hablaba, desde ese momento me di cuenta que el mundo no se inventó cuando yo nací, que no giraba alrededor de mí. Me sentí comprometido a aprender más de la historia, para poder conversar con él.

Esa misma tarde mi padre me regaló un libro de filosofía para dummies que me encantó. De ahí en adelante el texto se convirtió en mi manual de cabecera. Desde entonces, los lunes puedo conversar sobre otra cosa, aparte del clima, por ejemplo ayer le pregunté:

-¿Cuál es su fi...filósofo preferido, míster Dashwood?

-En verdad, en high school odié la filosofía; la juzgué como la cosa más inútil en el mundo; creí que nunca la iba a necesitar. Pero no fue así. Cuando me hice viejo me cuestioné sobre la razón de vivir y morir. Me había dedicado a hacer dinero y toda mi existencia giraba en eso, cada gran negocio era como probar el éxtasis del cielo. Pero mi vida familiar y amorosa siempre fue un fracaso. No creía en Dios ni en nada y los años se me pasaron, de pronto mis ganancias dejaron de tener sentido; dinero más, dinero menos, hasta deseé ser pobre para despertar día a día a luchar a brazo partido para comer. Solo me entusiasmaba por la vida cuando me enamoraba. Y me la pasaba enamorándome. Entonces quise, desesperadamente, saber el motivo de habitar este mundo y descifrar la razón del porqué vamos a morir; casualmente alguien me regaló a Spinoza -dijo con un español casi perfecto.

-¿Sssp...i...spinoza? ¿Viene en mi libro? -pregunté.

-Más o menos a la mitad. Es un filósofo que vivió en Holanda, criticado, juzgado y abandonado hasta por su familia, porque para él Dios es la naturaleza.

-¿D...dios es la naturaleza? -pregunté sorprendido-. Bueno, le diré que ese es un buen punto de vista. Aunque sepa usted, míster Dashwood, que Dios es la tercera gran pregunta de todos los filósofos.

-¿La tercera?, vaya, ¿ y cuáles son las otras? -preguntó divertido.

-D...de... d...dónde venimos es la primera; a dónde vamos, la segunda -aclaré-. Ju... justo las que usted se hizo antes de leer a Spinoza.

-Si tienes la repuesta de una, seguro las tienes todas -me miró cuan padre orgulloso-. Por lo que veo has estado leyendo tu librito de filosofía, me parece que te estás convirtiendo en todo un Dashwood; en mi familia hubo varios estudiosos de las humanidades tal vez heredaste sus inquietudes.

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⏰ Cập nhật Lần cuối: Nov 18, 2015 ⏰

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MI HERMANO EL ASTRONOMONơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ