Sexta parte.

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Los almuerzos eran tan abundantes que no sabía por donde empezar, había de todo lo imaginable y lo inimaginable también. Ojos de vaca fue el que más asco me dio, o sea, ¿Quién se podía comer los ojos de un animal? Realmente me sonaba asqueroso solo su nombre.

Siempre al desayuno estaba solo, Nicolás se levantaba tan absurdamente temprano que no lo veía en todo el día, bueno, a veces llegaba a comer a la hora del almuerzo, ¿qué hará en todo el día?, me fui al dormitorio y me tire en la cama de agua que daba al ventanal, la vista era hermosa, nada parecido a mi casa, si aún puedo llamarle de esa manera donde eran edificios pareados de 5 pisos, la gente no cuidaba nada, las calles estaban sucias y las plazas llenas de basura, acá, la vista daba a un cerro donde los caballos eran dueños, una piscina inmensa en el fondo, el color del pasto, las flores, los árboles, todo era hermoso.

¿Te gusta? - preguntó Nicolás sentándose a mi lado - todo lo que ves Jaime, es mío.

¿Qué?, o sea, ¿todo ese terreno es tuyo?, es inmenso ¿y los animales también? - pregunté queriendo ir y tocarlos.

también, ¿sabes montar? - preguntó dirigiendo su vista hacía los animales que perfectamente parecían una postal.

¿Montar? En mi vida e visto un caballo - respondí, me miró extrañado, noté que hablaría pero comenzó a sonar su celular y me dejó solo en la habitación.

posé mi vista en un caballo que jugaba con su potrillo, me recordaba a mi hermano bebé cuando saltaba por los sillones entre mi padre y mi hermana, ¿Dónde mierda estoy? Pensé por enésima vez. Yo solo quería poder estudiar en un lugar mejor que mi escuela pública, conocer otro país y pasarla bien pero, solo conseguí pasar hambre, frío y un miedo horrible, estaba sumido en mis pensamientos cuando alguien entró en la habitación, era una mujer de unos 60 años, con una cara de antipática que se la encargo a cualquiera.

mi nombre es Juler, seré tu profesora de idiomas - dijo caminando hasta el escritorio que se encontraba en una esquina.

¿Profesora? - pregunté casi en un susurro.

señor, ¿usted cree que tengo todo el día para perder? - se volvió para encontrar mi mirada algo confudida - por favor, venga y tome asiento.

me levanté y caminé hasta donde se encontraba, la mujer no despegaba su mirada de mi y eso me intimidaba, la sensación de incomodidad a su lado estuvo toda la clase. Así fueron mis próximas horas, estudiando inglés, portugués, francés y árabe que según ella eran los idiomas de los negocios.

El precio de mi libertad. [Historia Gay] (GOTH) [Corrigiendo La Ortografía]Where stories live. Discover now