24. Sueños frágiles

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Canción: Adele - One and Only


I

Por suerte la moto era rápida, también era una suerte que pudiera sortear el tráfico en ella, porque de ser todo lo contrario habría llegado muy, muy tarde. Se quitó el casco después de estacionarla y lo guardó en el maletero, así también se quitó el iPod y lo guardó junto con el casco. No habría problema, ese maletero era perfecto para guardar sus cosas y mantenerlas a salvo. Corrió después hacia los elevadores y trató de componer un gesto que no denotara que había estado a punto de fallarle a Charlie, no quería que su hermano estuviera regañándolo por quedarse dormido.

El edificio donde harían la sesión fotográfica era bastante grande y muy elegante. Lo mejor de la moda desfilaba por todos los pasillos. Seguro Angie estaría bastante contenta de trabajar allí, eso o se sentiría intimidada. Después de todo era una chica novata. Muy profesional, pero novata.

Caminó por el pasillo por donde le habían explicado para llegar al estudio que su hermano había pedido. Allí se topó a una suficiente cantidad de modelos bellísimas como para hacer que sus ojos miraran con gusto, muchas de ellas le sonrieron en respuesta.

El salón ya estaba preparado. Charlie y Angie platicaban en un sofá blanco de piel y tenían los bocetos de las fotografías en las manos. Planeaban hasta el último detalle con mucha precisión. Eran igual de obsesivos.

—Humm. La vista que tiene este lugar ¡es tan buena! —exclamó Brad con una gran sonrisa—. Me gustaría trabajar aquí más seguido.

—Pensé que te habías perdido —lo regañó su hermano.

—Me gusta este lugar, perderse no es tan malo —se encogió de hombros.

Una mujer, tan bonita como las demás con las que se había topado; con ropa de diseño en colores claros, botas blancas de ese tacón tipo aguja, peinada de manera sencilla pero elegante y con un maquillaje tan perfecto se acercó y preguntó a Angie si debía comenzar ella a trabajar o prefería darle a Brad el vestuario que utilizaría.

—Prefiero mejor ver el vestuario. No creo que eso tarde mucho.

—Muy bien —aceptó la mujer. Luego dio media vuelta y caminó hacia un pasillo encontrado al fondo del salón.

—Vamos, Brad —Le dijo Angie—. Vayamos a ver qué vas a usar.

—Ah, está bien.

Charlie continuó ensimismado en su trabajo y permitió que ellos se retiraran. Angie lo guió por el mismo pasillo por donde la otra joven había desaparecido y entraron en los vestidores. La señorita les mostró ropa del estilo de Brad, toda de diseño y a la última moda.

Ambas se pusieron a platicar en esa jerga femenina. ¿Qué se ve mejor? ¿Qué prenda combina con cual? ¿Qué colores utilizar? ¿Cuál luciría mejor? En fin, Brad comprendió a medias y permitió que ellas eligieran. Él sólo dio su consentimiento cuando ya había algo bueno para elegir. Luego se dirigió hacia un probador para cambiarse la ropa. Incluso le dieron zapatos, que por lo visto eran nuevos.

Cuando salió se sentía un tanto incómodo. Parecía listo para posar y no le agradaba del todo.

—Ah, perfecto —mencionó la señorita, quizá era ayudante.

—Sí, quedó bien —coincidió Angie—. Vamos ahora para el maquillaje.

Esa sería la peor parte, y la más aburrida. Las siguió sin muchos ánimos.

Angie revisó todo el proceso, tal vez para que no hubiera brillo y esas cosas. Incluso le lavaron el cabello y le secaron y peinaron los rizos para que estuvieran manejables. Todo eso había había llevado su tiempo, quizá más de una hora. Una visita aburrida al estilista.

Rojo Amanecer ©Where stories live. Discover now