Capitulo 31

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La alcanzo a unos pocos metros del mar y la arrastro hacia atrás mientras ella patalea histérica. Sus pies se mueven sobre la arena intentando escaparse de mí y me obliga a tirarme sentada hacia atrás para hacerla caer sobre mi falda. Ella grita escandalizada.
—Ashley, Ashley —digo intentando tranquilizarla para no llamar demasiado la atención—. Hija, ya está.
—Quiero irme de aquí —grita y por su voz me doy cuenta de que está llorando—. No quelo vivir más con Megan mala —agrega entre llantos.
La dejo que patalee unos minutos más hasta que se rinde y se queda quita y sentada sobre mí mientras llora como toda una nena de su edad. Me quedo allí esperando a que se calme para poder tener una conversación razonable con ella. Y me doy cuenta de que ya se aburrió de hacer berrinche cuando intenta jugar en la arena con sus pies.
—¿Ya está, Ash?
Veo su cabeza desde atrás cuando asiente levemente y suspira antes de sorberse la nariz.
—Me cansé de todos, mami —dice lastimosamente—. No me guta que se peleen así.
—Son cosas que pasan en todas las familias, princesita.
—Pero yo no quelo que pase en la nuestra.
—¿Y qué crees que podemos hacer entonces?
—Pegarle a Megan porque es maldita.
Reprimo una risa por la forma en la que lo dice y pronto nos vemos asaltadas por la marea que roza nuestros pies, solo los dedos. Ashley tirita en un escalofrío y la siento a mí lado.
—No podemos pegarle a Megan, ¿otra cosa que se te ocurra?
—Echarla de la casa.
—Tampoco se puede —le explico—. Ashley, ella es tu hermana, ¿no la quieres?
—Si que la quelo, ma —dice quejosamente—, pero es mala con Austin, con papi y contigo.
—Pero es tu hermana, Ashley. En todas las familias siempre van a haber peleas, siempre, siempre, siempre, hasta cuando los hijos se hacen grandes y se van de casa con sus esposas o esposos. Es normal en las familias, Ash.
—Me hace triste eso —dice haciendo morros—. ¿Sabes por qué, mami? Porque hace que papi y tú se peleen, ¿no que cuando peleaban siempre era por ella?
—No, mi vida, no. —Niego lentamente con la cabeza y le prendo un mechón de pelo en por detrás de la oreja—. Papá y mamá tienen problemas siempre, eso también es normal. Nos queremos más de lo que peleamos, pero vamos a pelear cuando no estemos de acuerdo —le explico con voz dulce. Ella asiente levemente y mira la arena que tiene entre las manos—. A pesar de las peleas nos queremos, como tú y Megan, ¿cierto?
Asiente agitando la cabeza hacia arriba y hacia abajo. Suspira cargada de cansancio antes de alzar la mirada y verme a los ojos.
—¿Papá se enoja mucho y corre así como yo? —Me pregunta.
—La que corre soy yo —le digo sonriendo amargamente—. Cuando no estábamos casados y ustedes no habían nacido —le cuento como una anécdota—, cada vez que peleábamos yo me encerraba en el baño.
Ashley se cubre la boca con una de sus pequeñas manos y se ríe tiernamente.
—¿Qué hacía papi? —Pregunta intrigada.
—Se enojaba mucho más porque yo no quería abrirle y hasta quería tirar la puerta.
Su pequeña boca de labios secos forma una O perfecta y luego se ríe.
—¿Lo hizo alguna vez?
Asiento mientras abro los ojos exageradamente para dramatizar la historia. Ella se ríe divertida e infantilmente.
—¿Cómo hizo?
—Nos habíamos peleado mucho y yo estaba muy enojada, entonces quería llorar y me daba vergüenza que él me viera. —Ashley se ríe—. Y me metí al baño, cerré con llave y papá empezó a golpear mientras decía palabras feas —La boca de Ashley vuelve a la perfecta O—, así que yo lloraba y no le contestaba. Se cansó y le pegó una patada.
Me encojo de hombros al darme cuenta de la cantidad de detalles que voy ocultando cuando le cuento la historia. No puede saber la locura que cometí ese día ni porqué lo hice.
Nos quedamos hablando por unos minutos más hasta que ella decide que quiere meterse al agua y jugar un rato conmigo en la orilla. Le cumplo su petición porque no quiero que se sienta mal o triste, o cualquier cosa que la haga infeliz, porque es mi hija y tanto yo, como Geoffrey, queremos lo mejor para ella. Que sea feliz y no tenga preocupaciones.
Volvemos al lugar donde estamos instalados cuando Ashley se está congelando de frío. Geoffrey tiene a Austin sobre sus piernas y mi hijo le está contando algo mientras que Megan juega con la arena y sus manos. Envuelvo a Ashley en una toalla de Barbie que le pertenece y la siento en mi reposera. Austin mira a su hermana y le sonríe. Megan se limita a alzar la mirada unos segundos y vuelve a jugar con la arena.
—¿Todo bien? —Articula Geoffrey en silencio.
Asiento dándole a entender que tenemos el problema solucionado. Pero la cara de Megan me dice exactamente lo contrario y comienzo a pensar qué deberíamos hacer con la conducta de esa niña.
Volvemos a casa cuando el sol comienza a ocultarse. Caroline se encarga de bañar a Megan porque se está muriendo de sueño y si no se baña ahora, no se baña más y está demasiado sucia para irse a la cama así. Luego sigue Ashley y Austin decide bañarse por su propia cuenta mientras yo les doy la cena a las niñas. Ambas están demasiado cansadas y se limitan a comer en silencio mientras yo las observo sentada en la mesada.
—¿No van a hablarse?
Ninguna de las dos me responde. Megan agarra una papa con la mano y se la mete a la boca. Ashley me mira de reojo y se encoge de hombros.
—¿Megan y Ashley? Les estoy hablando.
—¿Y eso qué? —Pregunta Megan alzando un solo hombros.
Geoffrey entra en la cocina y mira a mi hija en pleno acto rebelde. Niega con la cabeza en señal de desaprobación y fija la mirada en mí.
—¿Así le contestas a tu mamá?
Megan alza la vista de su cena para encontrarse con su papá viéndola desde mi lado.
—No sabía que tú estabas allí —le dice desafiante.
—¿Eso que tiene que ver? Megan, no quiero que respondas así cuando te estamos regañando, ¿entiendes?
—Si, papá —dice frunciendo el ceño.
Si la niña tiene cuatro años y no le gustan los límites, no quiero ni pensar lo que será la adolescencia rebelde de una de mis gemelas. Son completamente distintas, todo lo contrario. Solo se parecen de aspecto y se diferencian por los ojos. Pero no quiero ni imaginar la influencia que podría tener Megan en el futuro de Ashley.
—¿Rica la comida, Ash?
Ashley hace una mueca parecida a una sonrisa mientras asiente en respuesta a la pregunta de su papá.
—Límpiate la boca, Meg —le digo.
Geoffrey se sienta en la mesada a mí lado y apoya sus manos entrelazadas sobre sus piernas desnudas. Lleva un traje de baño azul y anda sin remera y descalzo.
Megan se limpia la boca con la servilleta de mala gana y deja sus cubiertos cruzados en el plato. Se cruza de brazos.
—No quelo que me molesten más.
Geoffrey me golpea con su codo para que preste atención. La niña nos observa reprobatoriamente desde su lugar mientras Ashley la asalta con la mirada clara.
—Tú eres la que molesta sus hermanos —le dice Geoffrey.
—Mira, papá —comienza a hablar como si tuviera quince años—. No me guta que me molesten todo el tiempo, así que solo déjenme en paz.
No contengo la risa y se me escapa una carcajada. Geoffrey se ríe cuando intenta hablar.
—¿Es una broma, mi vida? —Le pregunto divertida. Megan me mira seriamente mientras Ashley se ríe con nosotros—. No vuelvas a hablar así, no vuelvas a hacer las escenas que nos hiciste hoy en la playa y les debes una disculpa a tus hermanos. Yo también quiero que nos dejes en paz a todos.
—Me voy a ir a vivir con la abuela a Etados Nidos.
Geoffrey baja la mirada al suelo cuando la niña nombra Estados Unidos en su inglés mal hablado por su corta edad. Mis ojos se desvían por la cocina y luego vuelvo a verla a ella, que sigue de brazos cruzados sobre la barra del desayuno.
—Tú te quedas viviendo con nosotros en Inglaterra, pero vas a empezar a comportarte mejor y no se discute —le dice Geoffrey mirando al suelo porque sigue conteniendo una carcajada.
Cuando de regañar a nuestros hijos se trata desearía que ambos fuéramos un poco más maduros. Como dos estúpidos nos reímos por todo y festejamos las bromas estúpidas de los demás.
Austin entra a la cocina mientras se revuelve el cabello con la mano y se aspira el olor a crema de enjuague que le queda en los dedos. Se sube a una de las banquetas altas de la barra de desayuno y se sienta entre medio de sus hermanas. Ashley cruza los cubiertos y apoya los brazos sobre la barra, Austin me mira y me sonríe.
—¿Vas a cenar? —Pregunto y él asiente. Me bajo de la mesada y Geoffrey hace exactamente lo mismo—. ¿Vas a querer zumo de fruta o agua?
—Zumo de fruta —dice en un cantito.
Megan se baja de la banqueta de un salto y camina directo a la puerta para salir de la cocina.
—¿Ya te vas a dormir, Meg? —Le pregunta Geoffrey. La niña voltea y con los brazos cruzados y una trompita en la boca, asiente—. Hasta mañana.
—Chau, pa —dice y desaparece de la cocina.
Le sirvo la comida a Austin y me siento a su lado luego de revolverle el cabello con afecto cariñoso. Geoffrey me sonríe cuando se vuelve a sentar en la mesada y se cruza de brazos.
—Mañana vamos a hacer algo distinto —avisa Geoffrey a los dos niños. Ambos lo miran atento—. Mamá y yo vamos a salir de compras y estaba pensando que quizá podemos pedirle a Caro que los lleve a jugar a alguna plaza o parque de juegos —sugiere.
Ashley asiente conforme y Austin tuerce el gesto.
—¿Por qué nosotros no vamos a la playa con Caro? —Pregunta el rubio.
—Porque es peligroso y ustedes son tres diablillos.
—Está bien. —Se ríe despacito.


La Bella Y la Bestia{Segunda Temporada}Where stories live. Discover now