La excepción a la regla

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La marca de mi mordisco aún permanecía en su cuello. Podía verlo a pesar de sus intentos por ocultarlo con su pañuelo favorito. Disimulaba ante los demás porque no quería que los rumores la salpicaran por una tontería como la nuestra. Todo había formado parte de una apuesta entre nosotros dos, pero en ningún momento me lo tomé como un simple juego.

Debí hacer caso a los rumores y haberme resistido a sus encantos, pero no lo hice. Pensé, ingenuo de mí, que la podría cambiar. ¡Sí, claro!

En el descanso me acerqué a ella para hablar, pero solo se limitó a ignorarme mientras le dedicaba toda su atención a un chico con el que nunca la había visto hablar. ¿Pretendía darme celos? Porque si era así, lo estaba consiguiendo. Posé mi mano sobre su hombro y ella giró la cabeza, sorprendida. Pero entonces me miró y, con una mueca de desagrado, volvió la vista hacia el otro. ¿Qué le pasaba?

—Déjanos a solas, por favor —Le pedí al chico. Por suerte, se despidió de ella y se marchó, dejándome vía libre para poder conversar con Eva—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me ignoras?

—No eres capaz de darte cuenta, ¿verdad? Ya no me interesas. Obtuve lo que quería de ti y ya no te necesito.

—No eres más que una zorra —Y tan pancho que me quedé al decirlo, aunque ella en ningún momento se mostró ofendida—. Solo te ha faltado decirme que el chico con el que hablabas era tu próxima víctima...

—Tengo la libertad suficiente como para hacer lo que me dé la gana, ¿no crees? Además, nunca te di esperanzas, ni te dije que te quería. Nunca hemos sido nada.

Aquello me hirió. Yo tampoco estaba enamorado de ella, pero sí que había comenzado a sentir cierto cariño hacia Eva. ¡La había considerado mi amiga, joder!

—No mereces ni que te mire a la cara después de esto. Ni siquiera te mereces permanecer en mis recuerdos.

Eva mantuvo su mirada sobre mí con una media sonrisa. En alguna ocasión oí que afirmaba que cuando algún chico tenía la oportunidad de estar con ella jamás conseguía olvidarla. Y yo estaba dispuesto a ser esa excepción a la regla. Si lo conseguiría o no, todo estaba en el grado de empeño que pusiera. Aunque siempre he sabido que en el corazón no se manda...


Relatos nocturnosWhere stories live. Discover now