3. Pesadilla

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Stiles abrió los ojos amodorrado. Tenía la garganta reseca de tanto fumar.

Era un hábito que había adquirido recientemente y por eso su garganta se resentía. El estrés de vivir lo que llevaba viviendo desde que su mejor amigo había sido transformado en hombre lobo le había incitado a empezar con ese odioso vicio, pero no fue hasta que Malía le había abandonado que se había aficionado al tabaco.

Y es que, por muy absurdo que les sonara a los demás, encontraba un escondite en ello. Como su padre había encontrado en la bebida cuando su esposa murió por una terrible enfermedad, él cayó en el consumo del tabaco. Los demás lo veían absurdo; su amigo Scott nunca se lo había dicho, nunca le había recriminado su mal y reciente hábito, pero él sabía lo que pensaba.

Y le daba igual.

Eso era lo que realmente le animaba a seguir con ello.

Que le daba igual.

Por una vez le daba igual lo que los demás pensaran, lo que los demás opinaran. Porque a pesar de no llevarlo a cabo, sabía que tenía que dedicarse un tiempo a hacer lo que le diera la gana sin importar lo que opinaran los demás.

Así que, intentando ignorar su tortuosa garganta gritándole que volviera a ser el chico sano que siempre había sido, se levantó de la cama para ir al servicio y comenzar a asearse.

Cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que esa no era su casa. Sin embargo, la conocía. Sabía qué manta era la que le había abrigado y qué paredes le rodeaban y, aún boquiabierto, observó su alrededor, deseando cavar un agujero y desaparecer. Pero fue demasiado tarde, pues la puerta se abrió mostrando a la dueña de dicha habitación.

─Ya te has despertado. ─dijo sonriente una Malía tan guapísima como siempre, con ese aura de natural e indómita personalidad. Era igual a su Malía, pero había algo distinto que no lograba descifrar. ─Mi padre está raro. ─siguió ella. ─Dice que llames a tu padre que va a hacer barbacoa.

─¿Q-Qué? ─logró murmurar Stiles sin entender nada de lo que estaba sucediendo.

─Ya sabes, por el 4 de julio.

─¿Hoy es 4 dos de julio?

Malía le dirigió una mirada extraña, pero tras un leve fruncimiento de ceño, sonrió y se abalanzó sobre él para besarlo sin control.

Stiles siguió el beso, al principio dubitativo, hasta que sintió la mano de la coyote deslizarse por su espalda hasta su trasero y sin previo aviso buscó su entrada con sus dedos. Stiles abrió los ojos y se alejó de Malía de un salto para dirigirle una mirada incrédula a su novia, que le miró sin entender.

─Creía que te gustaba. ─dijo ella algo abochornada.

─¿Qué? ─exhaló él aún en shock. ─¿¡Cómo que...?!

─Bueno... no es la primera vez que... ─siguió ella algo nerviosa. ─Stiles, no te tienes que avergonzar... yo qué sé, a cada uno le gusta una cosa...

─¡¿Pero qué dices!? ─preguntó demasiado alto él, ya que un repiqueteo sonó al otro lado de la puerta.

─¿Estáis bien, muchachos? ─preguntó la voz del señor Tate al otro lado de la puerta.

─Sí, papá, no te preocupes. ─contestó ella rápidamente.

─¿Tu padre sabe que estoy aquí? ─preguntó atontado Stiles.

─Claro, tonto. ─contestó ella riendo. ─Como para no saberlo... ayer os pegasteis toda la noche viendo esas cosas raras que veis... ¿Hockey? y después te quedaste a dormir. ─contestó ella vivaz. ─¿Qué te pasa, Stiles? Estás... no sé, raro.

Mentiroso CompulsivoWhere stories live. Discover now