III (Editado)

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¿Qué haces cuando un casi desconocido entra a tu casa a mitad de la noche, ilegalmente, se escabulle en tu habitación y te observa dormir?

Gritas, Caroline, gritas.

¿Y qué sucede cuando sus ojos brillan?

Estás loca, Caroline.

No. No podía estar loca. Michael la estaba mirando. Era él y sí, sus ojos brillaban en la oscuridad de la habitación, como una luciérnaga en una noche de invierno. O como estrellas en la oscuridad de la noche.

Pero, por lo que sabía de luciérnagas y de estrellas, Michael Jacobs no era ninguna de ellas.

¿Entonces, qué él? ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¿Y por qué sus ojos brillaban?

Teniendo solo segundos para pensar, Caroline decidió que era mejor que eso lo averiguara la policía.

Así que gritó.

Los ojos de Michael dejaron de brillar y volvieron a su color original. Ahora, no había nada que diferenciara al chico de la realidad. Con sus brazos rodeó a Caroline y la empujó hacia su cama, tapando la boca de ella con la palma de su mano. El miedo de Caroline subió hasta su corazón, y ella hizo un último esfuerzo para gritar por sobre encima de la mano de Michael.

- Guarda silencio, Caroline – Le advirtió.

Oh, que conveniente "Guarda silencio, Caroline" como si Caroline fuera la que estuviera presionando a Michael bajo su peso. Como si Caroline fuera la inapropiada de los dos.

La puerta de la habitación de su madre se abrió, provocando un sonido agudo que los alertó a los dos. Aquella noche se había quedado en casa, bebiendo y quejándose de como todos sus novios que había conocido online la habían estafado (Literalmente) El sonido de la conmoción la había despertado y se había levantado para verificar que todo estuviera bien. Sin embargo, sin atreverse a mirar por dentro de la habitación, pues era bien consciente de que tenía una hija adolescente y que a veces los adolescentes hacían ruido por otras cosas. Con el cuerpo sin presionar la puerta ligeramente abierta, preguntó por lo bajo con su voz aún crispada por el sueño.

- Caroline, querida ¿Estás bien? -

No, mamá. Estoy siendo amordazada por un chico de la escuela. Oh, pero está bien; es atractivo ¿Podrías cerrar la puerta? Estamos en medio de algo.

Con la mano que no tenía sobre los labios de Caroline, Michael le hizo una seña para que guardara silencio. Normalmente, en las películas, luego el intruso proseguía a asesinarte y a dejar un mensaje escrito con tu sangre en la pared.

Pero en ninguna película los ojos del intruso brillaban.

La madre de Caroline cerró la puerta convencida de que su hija dormía. Gracias, mamá. Pensó. Espero que tengas de esos limpiadores químicos que sirven para limpiar sangre.

- No me mates - Dijo Caroline tan pronto Michael quitó sus manos de ella y se incorporó lo suficiente para que Caroline pudiera subir sus brazos en señal de rendición.

- No voy a matarte -

- Mi familia no tiene mucho dinero, tampoco. Y tengo cicatrices por todo el cuerpo. No querrás violarme -

Michael soltó una risa burlona y salió de la pequeña cama de Caroline, poniéndose de pie a su lado.

- ¿Qué eres? ¿Qué quieres? - Le preguntó Caroline, incorporándose a su vez sobre su cama y buscando en la oscuridad su linterna de mango de metal. Si tenía suerte, podría aventárselo a la cabeza de Michael y llamar a la policía. Claro, ahí estaba el problema; Caroline nunca tenía suerte

Ojos GrisesWhere stories live. Discover now