Cap. 6 | FLORES Y CHOCOLATES

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Cuando desperté, mamá, Reagan, Brian Sr. y Brian rodeaban mi cama mientras cantaban feliz cumpleaños, mi hermana en medio, sosteniendo un pedazo de pastel de chocolate con una vela encendida. Extrañada, confundida y borracha de sueño, me limité a mirar a todo el mundo mientras rascaba mi cabeza, tan desorientada que llegué a preguntarme qué rayos hacían estas personas en mi cuarto, pero cuando volví a clavar la vista en el pedazo de pastel de chocolate, caí en la cuenta de que hoy era mi cumpleaños.

Entonces medio sonreí y comencé a apoyarme con los codos sobre el colchón, quitandome el cabello de la cara con un movimiento de cabeza. Poco a poco terminé de sentarme en la cama y cuando la canción finalizó, Brian Sr. me incitó a pedir un deseo.

-Se acaba de levantar, cariño-dijo mi mamá con un dulce tono de voz-. Tenemos que darle tiempo para que lo piense. ¿No crees?

-Vamos, Kate, ¿cuántas probabilidades tiene de que se cumpla?-dijo entre dientes con una sonrisa tensa, luego se volvió hacia mí con cara amable-. ________, linda, pide tu deseo y ya.

-¿Entonces por qué insistes en que pida un deseo si al fin y al cabo no se cumplirá?-preguntó mi hermana rodando los ojos.

Brian Sr. abrió la boca para contestar la odiosa pregunta de Reagan, pero Brian decidió tomar control de la agobiante situación y dijo:

-Solo apaga la vela y terminemos con esto de una vez-y yo se lo agradecí internamente. Así que, inclinándome hacia delante y colocando mi cabello detrás de las orejas, soplé la vela para que me dejaran tranquila.

Mamá y Brian Sr. aplaudieron súper contentos (honestamente, no sé por qué tuvieron que hacerlo, de verdad, no tenía ni idea), Reagan colocó el plato sobre mi regazo y Brian se dio media vuelta y salió del cuarto sin decirme nada.

Debía admitir que él era un muy, muy buen actor.

Cuando por fin estuve sola en mi habitación, de un salto abandoné la cama y corrí rápidamente hacia el espejo. Me quedé contemplando mi reflejo sin poder creer que ya tenía dieciocho años. Por afuera no había cambiado nada-tampoco lo esperaba- pero por dentro me sentía una persona totalmente nueva, mayor, por así decirlo, en una forma emocionante. Durante un segundo deseé que el espejo reflejara mi interior para poder contemplarme cómo era desde mis entrañas. El sentimiento era tan maravilloso que yo apenas era capaz de describirlo. El sentimiento era tan...era tan...

Era tan...increíble.

Si retrocedía diez años y me dirigía hacia una destartalada casa en las afueras de Carolina del Norte, me vería a mí misma hablando con mis amigas sobre la chica en la que me convertiría cuando por fin cumpliera la mayoría de edad. Describíamos chicas altas con un busto enorme y cuerpo de guitarra, y ahora que me veía en el espejo, me fui dando cuenta de que si trajera esa niña de hace diez años al presente, y nos viéramos cara a cara, probablemente esa pequeña estaría espantada. O decepcionada. O ambas. Porque yo no era esa chica hermosa que siempre quise ser cuando tenía ocho años; y supongo que nadie llega a serlo alguna vez en la vida. ¿Por qué a las personas les interesa tanto la belleza, si en algún punto de su existencia se agotará o simplemente te cansarás de ella misma? Mi abuelo una vez citó a Helen Keller, diciendo que las mejores cosas de la vida no se ven, se escuchan ni se tocan, sino que son sentidas por el corazón. Me preguntaba que pensaría Brian al respecto, y si yo era una de esas grandes cosas que había tocado su corazón.

Desde luego, jamás me atrevería a hablarle sobre el tema.

Salí de mi cuarto y entré a la ducha, el agua fría cayendo en picada sobre mi cuerpo desnudo. Me restregué la cara y lavé mi cabello, diez minutos después me enredé en la toalla y cepillé mis dientes, mi mirada incrustada en el espejo de baño, memorizando la imagen de la chica pálida con enormes bolsas alrededor de los ojos que me observaba desde el otro lado del lavamanos. Un minuto más tarde, me vestí con unos vaqueros azules, una blusa de tirantes color blanco y para cubrir mis hombros desnudos, una camisa de cuadros rojos y verdes. Me tomó un instante encontrar mis botas color marrón, que estaban tiradas en medio del jardín, sirviéndoles de cama al estúpido gato de Brian. Cuando se las quité de un tirón y las sacudí detrás del manzano de mamá, el gato me lanzó un bufido y se puso tenso, yo le gruñí en respuesta e hice como si fuera a meterle una patada, entonces se fue corriendo, saltó la valla como un ninja y se largó a molestar a la casa de la familia Cowell.

Trouble Boy | SEGUNDA TEMPORADA (Synyster Gates y tú) [TERMINADA] [ADAPTADA]Where stories live. Discover now