VIII

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Pero cuando llego el momento de hacerlo, la piel de mi muñeca parecía tan blanca e indefensa que no puede. Era como si lo que yo quería matar no estuviera en esa piel, ni el ligero pulso azul que saltaba bajo mi pulgar, sino en alguna parte mas profunda, mas secreta y mucho mas dificil de alcanzar.



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