Salvar a China debería ser una tarea de todos los días.

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En la Conferencia Mundial de aquella semana, todos miraron a China orgullosos y felices por su actuar; claramente se habían enterado por el periódico de que el país había mandado a encerrar a los hombres que especulaban sobre la economía y que tantos problemas habían causado, incluyendo el pánico en la bolsa China y la devaluación del yuan. Lo comentaban a viva voz e intentaban que el representante del país les dijera como lo había hecho sin resultar herido, porque todos concordaban que las puntas de los maletines de los hombres eran bastante afilados; ellos no sabían, no, claro que no, y el chino solamente se miraba las mangas del traje, ligeramente sonrojado, evocando una escena que se le había marcado a fuego en la memoria.

-¡Fuera, fuera! ¡Están afectando mi país! ¡Malditos sean, aru! -los hombres de traje le miraban orgullosamente, a sabiendas de que, como los demás, no podría hacer nada. El de coleta estaba apunto de echarse a llorar, y los ojos empañados no le permitían mirarlos bien, para demostrar su ira.- ¡Salgan de acá, aru! ¡Fuera, fuera! ¡Si no voy a llamar a Rus...!

¿Qué diablos estaba diciendo? No logró terminar la frase porque una brisa fría le recorrió la espalda y tensó sus músculos, al igual que a los especuladores, que se congelaron en su lugar y soltaron sus maletines como si se hubiera tratado de una acción reflejo.

-¿Llamabas, China? -no oyó sus pasos, nunca los oía, pero si los hubiera sentido tampoco habría podido echarse a correr. Giró el rostro lentamente cuando le vio a su lado, y palideció (no tanto como los hombres con traje), cuando le vio esbozar una amplia sonrisa y levantaba -¿Cómo podía hacerlo para causar tanto miedo con una sonrisa que debía dar calidez?- amenazadoramente la tubería que solía llevar.- Me gustaría que todos fueran por cuenta propia a la cárcel de China.- su voz sonaba amable, pero el grupo de humanos temblaba de miedo.- Si no tendré que ver gustoso como todos ruegan por su vida mientras gritan agonizantes del dolor.

-T-todos i-iremos a-ahora, s-señor R-R-Rusia...

-Y no le causen más problemas a China, ¿Da? -sonriéndoles con inocencia (y con la tubería aún arriba), les vio correr como nunca antes lo hubieran hecho en su vida.

China, cuando les vio alejarse, recuperó la compostura; suspirante y olvidando su temor hacia el ruso, le dirigió una mirada que agradecía más que las palabras que balbuceó, "te debo una, aru", o algo así.

-¿Qué te parece si me lo pagas volviéndote uno conmigo? ¡Es una buena idea! -el impacto de China y sus ojos abiertos de par en par le hicieron largarse a reír.

China debía pagárselo, se recordó, y en el receso de la reunión se acercó, temeroso, a Rusia y le extendió una bolsa con todas sus especialidades culinarias, antes de echarse a correr y esconderse. El rubio sonrió, y mucho más aún cuando encontró una petaca llena de Vodka. Debería salvar a China más seguido, pensó, sonriendo.






[Aph]Salvar a China debería ser una tarea de todos los días. {Rochu}Where stories live. Discover now