Epílogo

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— Vamos, Chat.

— No.

— Vamos, tienes que hacerlo.

— No, no iré.

— Pareces un niño. — dijo desesperada.

— Corrección: soy un gato. Un gato bebé.

“Si que lo es” pensó Marinette.

Estaban en su habitación nuevamente. La azabache no paraba de rogarle para que se disculpara con Nathanaël después de lo que ocurrió ese día. Pero el gatito se negaba. No sabia si era por vergüenza o, directamente, porque era terco y no se arrepentía de nada. De todas formas, no tenia tiempo de averiguarlo; él iba a ir quiera o no.

— Oh, por favor Cariño. — le dijo masajeando su melena rubia. Unos ronroneos salieron de la garganta de un ruborizado Chat. Eso que hacían su ama no le gustaba en estas ocasiones. Ella siempre ganaba.

— Ño — se negó aniñadamente cruzándose de brazos. Lamentablemente, después de que ella le hiciera mimos, empezaba a comportarse como un niño de 4 años. Por eso, era fácil de convencer. Se aclaró la garganta y corrigió — Quise decir, no.

Marinette rió por la dulzura que el chico transmitía.

— Eres adorable. — acarició su oreja. — Que te parece si, luego de disculparte... te doy un premio. — lo chantajeo.

— ¿Un premio? — preguntó curioso.

— Ajá. — tocó la punta de su nariz — ¿Te parece bien? Será lo que tu quieras, recuérdalo.

...

Marinette sonrió cuando lo vio. Es tan lindo, siempre lo fue. Él encontró su mirada y se acercó devolviéndole la sonrisa.

— ¡Hola, Adrien! — lo saludó contenta.

— Hola, Marinette.

Se dieron un pequeño beso en la comisura de los labios. No iban a besarse, a pesar de ya saber las personalidades de cada uno. Porque... sabían que no iba a ser lo mismo. Adrien iba a sentirse más seguro siendo Chat Noir y Marinette, se enamoró de la personalidad de ese Gato picaron. Por eso, se seguían tratando como amigos... pero ahora mucho más cercanos.

— ¿Te parece si vamos por un helado, Pequeña? — le ofreció su mano.

— ¡Claro! — contestó entrelazándola con la suya. 

...

— Bien... hoy es el día.

— Pocas veces te pones tan nervioso como hoy. — comentó Plagg.

— Lo sé. No sé que haré. ¿y si lo hago mal? ¿Y si de repente me rechaza? — se cuestionó preocupado.

— Vamos, Adrien. Será sencillo. No debes preocuparte. — le aseguró posándose sobre su hombro. — Relájate, Chat Noir. — le guiño un ojo.
— Si tú lo dices...

...

“— Marinette, ¿era hoy que te iba a dar la sorpresa?

Sí, Alya. ¿Tu que creés que sea?

— No lo sé. No puedo pensar en algo claro cuando se trata de Chat Noir. Si fuera Adrien...

— Sí... tienes razón.

— En fin, creo que ya será la hora de que valla tu Príncipe Azul. Luego me cuentas. ¡Adiós!

— Adiós, Alya.”

Marinette cortó la llamada tras despedirse. Su mejor amiga tenía razón: Chat no se parece nada a Adrien. Será por eso que verse y hablar con él se le hace más divertido, interesante e impredecible cuando sale de su personalidad real.

La joven se levantó del colchón, pensando en que podría ser la sorpresa que le tenía preparada su pequeño minino. Dejó su celular y se acercó a dónde se encontraba Tikki. 

— ¿Que haces? — le preguntó.

— Trató de ver con que pasaré el tiempo cuando te vallas.

— ¿Irme?

— Si. — la miró sonriendo. — ¿O pensabas que la sorpresa te la daría en este lugar?

— No lo sé, yo... — se detuvo. — Un momento. ¿Tú sabes de que se trata todo esto? — la cuestionó haciendo una mueca. Cuándo vió que su Kwami no contestó, entendió que eso era un si. Pero conocía a Tikki  y sabía que no le iba a contar nada ni aunque suplicara. — Está bien. — suspiró.

Unos toques en el marco de su ventana la hicieron voltearse.

— Buenas noches, Princesa. — la miró apoyándose contra el marco  — ¿Lista para irnos?

Ella sonrió asintiendo. Estaba lista para su sorpresa. Chat Noir se acercó, la tomó de la cintura y le plantó un suave besó en la mejilla. La llevó hasta el balcón, la cargo al estilo boda y fue saltando con ella por tejados. Llegaron a la Torre Eiffel y dejo que sus pies tocaran la barra de metal en dónde se encontraban.

— Tengo miedo de caerme. — la escuchó decir.

— No te preocupes, no lo harás.

Cuando vió que se encontraba estable, se arrodilló, la tomó de la mano y se la besó delicadamente.

— ¿Recuerdas la primera vez que hice eso?

— Si... — contestó con nostalgia. — Esa vez que LadyBug tenía una “misión especial”... y a mi me tocaba trabajar contigo.

— Ahora que lo pienso, tuviste una cita con Nathanaël mucho antes. — comentó haciendo una mueca mientras se enderezaba.

— Ja, tienes razón. — río dulcemente.

— ¿Pero sabes? Ese día, te tocaba ser mi Lady. ¿No? — le besó el cuello.

— S-sí... — respondió sonrojada. No podía acostumbrarse a esas acciones que tenía con ella. Sintió como lamia su cuello y como acariciaba sus brazos. — Chat...

Él se separó sonriendo por lo qué había logrado. Amaba sentirla temblar entre sus brazos y el verla sonrojada, le encantaba. Besó sus cachetes carmesí, antes de decirle el porque fueron allí.

— Marinette... — sacó una rosa de la parte trasera de su traje. — ¿Te gustaría ser mi novia?

Unos orbes color cielo, lo miraron emocionada. Las manos de la joven cubrieron su boca, aguantando las lágrimas.

— ¿Po-por qué tienes los ojos llorosos? N-no, no llores, Princesa. — el pobre pensaba que hizo algo que la afectó — ¿E-estás bien? ¿Qui-quieres volver a casa, Prince...?

Nuevamente, unos suaves labios se posaron sobre los suyos antes de que pudiera terminar su pregunta. La rodeó por la cintura, apegándola a él. Ella colocó sus brazos alrededor de su cuello, tratando de lograr el mismo efecto. Se besaron con pasión, no queriendo separarse.

— Te amo... — susurró con la respiración agitada.

— ¿Eso es un sí? — preguntó con una sonrisa ladeada.

— Por supuesto, Gatito. Te amo — repitió.

— Yo te amo más, Princesa...

Le dijo antes de fundirse en otro beso.

...

— Hey. — llamó su atención — Me debes mi premio.

Fin.

Ella - Miraculous LadyBug, MariChatWhere stories live. Discover now