DANIEL

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El vapor sofocaba mis pensamientos y no me dejaba respirar en la pequeña bañera del baño. Los azulejos con olas azules estaban empañados y apenas podía ver mi reflejo en el blanco espacio de estos. La torrencial agua se mezcló con las lágrimas que inundaban mis ojos, y ambas se arrastraron hasta el sumidero metálico que había en el centro de la bañera. No paraba de preguntarme porqué. ¿Que había hecho mal? Prometía ser un gran año. Prometía ser una gran vida para mí.

El agua caliente se agotó antes que mis lágrimas. Salí con destreza de la ducha y miré mi reflejo en el espejo. Una figura borrosa me devolvía la mirada. Con la palma de la mano arrastré el vapor que había en el espejo y vi la cara de un extraño. Sus ojos grises ya no resplandecían de vida como antaño. Sus cabellos rubios caían sin control por su frente, pero ya no era el mismo color de antes. Sus mechones rubios habían tornado oscuros, casi castaños, pero le daba igual. Si no podía reconocerme en el espejo es porque hacía tiempo que había dejado de existir.

Sin apenas secar el agua de mi cuerpo, me embutí en unos vaqueros azules y me puse una camiseta blanca en la que se podía leer <<AVC, vuelve a leer>>. Me reía del ridículo espectáculo que había frente a mí en aquel espejo roto por una esquina. Me reía de mí mismo cuando sin aviso, elevé el puño y el cristal se hizo añicos. El centro del cristal estaba reventado y mis nudillos sangraban con pequeños trozos incrustados en la malherida piel. 

Ya no tenía sentido. Nada de aquello tenía sentido. Cuando abrí la puerta que me separaba de mi antigua vida me pregunta si alguna vez había tenido sentido. Si era así, yo ya no lo recordaba. Las caras de los extraños que antes había sido mi familia se alarmaba cuando veían mi puño, pero sin decir ni una palabra, me aproximé rápidamente a la puerta principal y la cerré tras de mí. Antes de que la abrieran de nuevo y me detuvieran, me adentré en las calles. Parecía estar metido en una ducha enorme como hace unos minutos. La lluvia me mojaba de nuevo y la niebla no me permitía ver más que sombras que se alejaban y se acercaban peligrosamente.

Oí a mi madre gritar mi nombre, pero aunque me hubiera girado la niebla no me habría permitido verla. Saque un reproductor de música y me puse los auriculares. Deje la lista en modo aleatorio y subí el volumen hasta que el sonido de mi respiración agitada quedó ahogada por los acordes de una guitarra.

Mientras me aproximaba a su casa me di cuenta que no iba a verlos más. Me negaba, pero aún así me dio remordimientos Mi madre no me iba a ver más, y yo no tuve la decencia de otorgarle mis últimas palabras. Ahogue mi conciencia con una canción más ruidosa que la lluvia, mis pensamientos, mis palpitantes venas. Una canción más alta que las pisadas de alguien.



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⏰ Last updated: Jan 11, 2016 ⏰

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Las últimas palabras de DanielWhere stories live. Discover now