De ti, de mí

20- Escenas con sabor amargo

Como una vez más, te veo cogiendo el tren mientras tus manos cogen la maleta que te volverá a alejar de mí, esas manos que a la misma vez tiemblan al visualizar que en unos instantes habrá una despedida más.

Nuestras voces sufren altibajos en la frecuencia al no saber ni que pronunciar ante este momento que ojalá no tuviese que pasar.

Intentamos camuflar los temores, los arrepentimientos y la duda mediante risas forzadas, que ni siquiera con ellas salen a pasear tus hoyuelos.

Intentamos por todos los medios cambiar el guion de nuestra vida con lápiz en mano hasta que nos damos cuenta que está tatuado, y nunca se podrá remediar el final de cada escena.

Son numerosas las veces que he tenido que girarme y huir, hundida, mientras te veía con el corazón hecho puño mientras observabas como el tren te iba separando del andén donde me encontraba.

Y este siempre será mi sueño mientras te tengo a mi lado y mi pesadilla cada vez que nos hieran los kilómetros, será puñal mientras tengamos que dejarnos atrás una vez más y tirita cuando me vuelvas a abrazar.

Al fin y al cabo, ¿Cómo se olvidan unos ojos que desde el minuto uno se clavaron con chinchetas a tu alma? Si cada vez que alguien te mira, solo buscas esos ojos para sentirte a salvo, y no un naufrago como tantas veces ocurre al no encontrar esa mirada a medianoche en la otra almohada.

Como siempre tendemos a evitarnos como quien se quiere proteger de la tormenta que todavía ni ha caído, y es que, ya se sabe de la distancia, pocos sobreviven y a demasiados mata.

Tu mano se separa de la maleta, me roza la cara, y entre suspiros tus labios se acercan a mis labios que tartamudean un adiós, los tuyos pronuncian un avísame cuando llegues a casa...

Y mientras se vuelve a repetir la escena que siempre nos llevará a la deriva, y a su vez me digo a mí misma que casa siempre será donde te encuentres tú.