Tan sólo por un día

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Pablo miraba por la ventana del autobús desanimado, como los coches les pasaban de largo en la autopista, el resto del paisaje era llano y aburrido, el cielo gris y la atmósfera fría, silenciosa.

Contrastaba con el interior del autobús, ruidoso, con murmullos, gritos y risas de sus compañeros, ajenos a él, que se encontraba demasiado distraído en su propio mundo.

Iñigo a su lado, leyendo un libro, se había cansado ya de preguntarle que le pasaba y había decidido simplemente dejarlo estar.

Sentía la presencia de Pedro unos cuantos asientos delante del suyo, aún sin verle, le había oído hablar un par de veces con sus compañeros. Su tono de voz parecía distante, algo serio, alejado de su forma de ser habitual.

Pablo sintió una especie de punzada de culpabilidad, Pedro siempre había sido amable con él, todo sonrisas y paciencia, quizás se había pasado, bastante, y quizás no se merecía todo lo que le había dicho, y tampoco había sido la mejor idea decírselo antes de un viaje juntos. Pero ya no podía hacer nada, no había forma de volver atrás en el tiempo, y tampoco estaba dispuesto a pedir perdón. ¿Qué le iba a decir? ¿Lo siento me puse celoso de tu novia? ¿Siento haber creído que había algo entre nosotros?

Pablo suspiró, avergonzándose de todo lo que le había dicho, cosas como esta eran la razón por la que intentaba alejar a Pedro de él. Antes de poder sentirse culpable. Antes de poder echarle de menos.
Pero ya era demasiado tarde, ahora solo le quedaba esperar que el curso no fuera demasiado incómodo, y que Pedro no volviera al grupo de debate.

No quería pensar más, por lo que decidió intentar dormirse el resto del viaje.

Cuándo abrió los ojos de nuevo estaba mareado, tenía la sensación de haberse dormido solo cinco minutos, pero por el cambio de luz en el exterior, probablemente llevase una hora dormido.
A penas despierto lo primero que recordó fue a Pedro, y se le hizo un nudo en el estómago, parecía que no iba a poder deshacerse de ese sentimiento.

Se apartó de la ventada y dirigió su vista al autobús por primera vez en todo el viaje, ahora la mayoría de alumnos estaban en silencio en la oscuridad del vehículo, muchos dormidos, no pudo evitar preguntarse si Pedro también estaría dormido, pero rápidamente se quitó ese pensamiento de encima.

Cuando fue a buscar con la mirada a Iñigo se dio cuenta de que este ya no estaba leyendo, de hecho ya no estaba a su lado, frunció el ceño confundido, tratando de averiguar donde estaba ahora, le encontró en la primera fila el autobús charlando animadamente con Garzón, casi podía oír su risa desde el final de la fila, y su sonrisa era inconfundible.

Pablo se encontraba en relativa soledad en medio de tanta gente y por alguna razón eso le hizo sentir más tranquilo, por un momento casi olvidándose de dónde estaba, las voces ya no apagaban el ruido del motor del autobús, se habían convertido en un murmullo lejano.

Se vislumbro por los faros del autobús, que iluminaron la zona, la entrada al pueblo, y todo el mundo pareció volver a la vida, no tardaron en oírse, voces, gritos y risas, la gente empezó a ya ponerse de pie. Iñigo volvió rápidamente a su sitio.

-¿Cuánto llevas despierto?-preguntó confuso mirando a Pablo, aun con una sonrisa en el rostro.

-Un rato-respondió encogiéndose de hombros-¿Qué has estado haciendo?

-Nada-respondió sonrojándose-venga coge la mochila que hay que bajarse en nada.

El autobús no tardó en parar, por fin, delante del hotel, y todos comenzaron a bajarse ignorando a la profesora hablando sobre las normas del viaje.
Pablo con algo de miedo a coincidir con Pedro al bajarse, trató de escabullirse por la puerta de atrás.

Politica de InstitutoWhere stories live. Discover now