Caerás

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Rolo entreabrió los ojos con dificultad; la mortecina luz que se filtraba por la ventana sobre su cabeza, aunque era escasa, le cegaba.
Se frotó los párpados con hastío y, sin dejar de frotar, se desperezó arqueando la espalda y estirando las piernas (que se ahora se salían por el borde de la cama).
Sus huesos emitieron su melódico y mañanero crujido, su "Buenos días" de siempre.

Aun adormilado, se sentó en la cama con las piernas cruzadas y se quedó mirando fijamente sus zapatillas, que estaban en mitad del cuarto de Luna, desamparadas y con aspecto frío. ¿Qué había soñado? No lo recordaba con claridad; si se esforzaba, le venían a la mente las palabras "frío" y "Cállate" acompañadas de una sensación de agobio y claustrofobia mortificantes. También veía una puerta blanca medio rota y astillada, y se veía a sí mismo con la mano sobre su pomo, aunque no sabe si con intención de abrirla o de cerrarla del todo.
Al pensar en esto y sin haber despegado los ojos de las zapatillas, se había llevado una de sus manos al cuello instintivamente. Lo acariciaba. No le dió importancia.

No recordaba nada de aquel niño que se había difuminado ante sus ojos despues de exigirle silencio, y no volvería a verlo en sus sueños (ni pesadillas) hasta que hubiese conocido a Bellum y al resto de miembros de "Espinas".

Rolo se había dado cuenta desde un principio de que Luna no estaba allí tumbada; las sábanas estaban colgando de la cama tocando el suelo (cosa que le ponía muy nervioso, pues odiaba encontrar después trazas polvo en la cama). Suspiró, subió las sabanas a la cama con pesar y se puso en pie para acto seguido calzarse las zapatillas que antes había estado mirando con falso interés.
Se fijó en el desorden general del cuarto, cosa que no era para nada extraña en Luna (ni en él); tras él estaba la cama, que tenía su lado derecho (desde el punto de vista de alguien que se tumbase) pegado a una de las cuatro paredes malvas del cuarto de Luna (la pared que albergaba la única ventana de aquella habitación, que nunca tenía suficiente luz), a los pies de la cama tenía una especie de baúl-caja donde Luna guardaba juguetes viejos y disfraces (de cuando asistía a clases de teatro) y, en general, cosas que ya no les eran útiles (quiso tirarlo todo un año atras pero sus padres insistieron en que dentro de un tiempo agradecería tener esa clase de recuerdos de su infancia. Rolo estaba de acuerdo, aunque un baúl-caja de aspecto medieval no era lo que mas concordaba con los gustos de Luna, o al menos eso pensaba él). El cuarto era bastante estrecho, por lo que aquel baúl ocupaba todo el espacio que había entre la proyección longitudinal de la cama y la pared que Rolo tenía a su derecha, que excepto esa parte ya ocupada por el baúl-caja, se extendía unos dos o tres metros de sobriedad malva hacia delante, desembocando en el marco de la puerta del cuarto de Luna (lo cual siempre incomodaba a Rolo, que era amante de la simetría: ¿Cómo podia la puerta no estar en el centro de la pared, sino a un lado y pegada a otra?). Aquella pared servía de sostén para una pequeña televisión negra, dos estanterias adosadas al propio muro (llenas hasta el tope de libros una y de discos musicales la otra) y un pequeño cuadro que en realidad, dentro de su marco, lo que guardaba era un dibujo que él mismo le había regalado hacía unos meses con motivo de haber pasado todo un año saliendo juntos (en él, se veía un dibujo de una chica que se suponía era Luna, sosteniendo una fantasiosa espada con la palabra "Love" inscrita en su hoja ancha y púrpura). En cuanto a la pared que se encontraba a su izquierda, la paralela a la anterior, se encontraba ocupada totalmente por una larguísima y recta mesa de madera barnizada, que dejaba de alargarse en uno de los lados al llegar a la pared donde estaba la puerta de entrada y, en el otro, cuando llegaba a la cama (por su lado izquierdo visto por alguien que esté tumbado). Sobre ella había toda una gama de envoltorios de diversos snacks de la mano de una colección de tazas con restos de café (Luna solía comer cuando estaba estresada y, teniendo en cuenta que lo que mas le estresaba era estudiar los exámenes que con vicio dejaba siempre para el ultimo día, su mesa era un cementerio de todos aquellos bollitos que fueron mártires para la causa de la procrastinación de Luna); luego, a la izquierda de todo esta porqueria, y mas centrado en la mesa, había un monitor que hacía de ojos para la torre de ordenador que Luna tenía envuelta en una maraña de cables bajo la misma mesa (muchos de ellos no tenían ninguno de sus extremos conectados a nada y mas de una vez había encontrado incluso auriculares enmarañados allí), probablemente aquel monitor fuese lo mas importante de todo su cuarto junto con la montaña de libros de texto escolar que estaban colocados a la derecha de éste en un pulcro e inesperado orden, que chocaba con el ideal de "orden" del resto de la habitación de Luna. Estos libros terminaban de ocupar el espacio restante hasta la pared de la puerta, que, en esencia, era todo lo que era: Una pared con una puerta descentrada; su plenitud malva solo se veía perturbada por la ya dicha entrada y por un interruptor (blanco, igual que las estanterias, la puerta y la cama) situado a la derecha según entrabas por la puerta.

Rolo había estado ahí, de pie y aun frotándose uno de los ojos por cosa de un minuto, examinando el cuarto: aun no estaba muy despierto y parecía obedecer las ordenes de su cerebro con considerable retraso.
Finalmente, se decidió a salir del cuarto para ir a buscar a Luna, que, a juzgar por la hora y la situación amorosa-empalagosa de haber dormido juntos, era bastante probable que estuviese en la cocina preparando un desayuno sorpresa para el supuestamente dormido Rolo. Aunque a veces chocasen ideológicamente, ninguno de los dos escatimaba en los detalles para el otro.
Rolo sonrió, enamorado.

Dejando tras de sí el cuarto de Luna, giró a la izquierda por el blanco pasillo de su casa y avanzó todo recto, intentando no hacer ruido sobre aquel parquet que acostumbraba a soltar quejidos ante cualquier presión. Atravesó a hurtadillas el humilde salón de la casa, y le extrañó ver que la televisión estaba apagada: generalmente, Luna siempre ponía algo para que al menos sonase de fondo mientras estaba por la casa. Pensó que quizás no había querido despertarle con el volumen y se tranquilizó; aunque ahora echaba de menos el sonido tan caracterisitico y hogareño que representaba para él.

La puerta de la cocina estaba cerrada; Rolo se acercó sigiloso a ella y con sumo cuidado y delicadeza, bajó el pomo hasta que notó que el tope que se encajaba en el marco de la puerta estaba totalmente retirado; así, evitaría que raspase la madera al abrir. Acto seguido, abrió la puerta despacio y se asomó gradualmente por el hueco que se iba abriendo.

Entonces; y solo entonces, se percató de las gotas de sangre que formaban un camino hacia la vitrocerámica, donde, de espaldas, le esperaba Luna.

Vulnus: El DescensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora