Confianza

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Se encontraba sentado en aquel viejo colchón, el mismo que le servía de confidente y había sido testigo de varias escenas incómodas. Ese día, incluso también estuvo presente. Grell estaba fumando un cigarrillo, mientras su cuerpo se encontraba apoyado contra la pared y un extraño aroma a vómito con perfume, invadió sus sentidos y se encontraba en un extraño frenesí. Su mirada de loco, perdida en la nada, expresaba lo débil que se sentía y lo abandonado que podía estar. 

Aspiró el dulce veneno que siempre poseía en sus bolsillos. Soltó una cascada de humo grisáceo y acorde este se desaparecía con el aire, comenzaba a sentirse vacío. No comprendía el porqué de sus acciones, pero si veía en él algo erróneo, sin embargo, le importaba poco. El verdadero dolor se hallaba profundo en sus sentimientos oscuros, en sus miedos, en el temor que sentía, al saber que todas personas que se encontraban a su alrededor, desaparecían. 

Pestañeó con lentitud y terminó de escuchar los gritos agónicos de un joven. Cuando este cerró y volvió a abrir sus párpados, se encontraba frente a frente con un cadáver, sólo sería cuestión de tiempo hasta verlo frío y gracias a éste, ver al hombre oscuro renacer y llamar su atención. Así es cómo funcionaba todo en su vida y aunque sentía remordimiento, sólo lo expresaba en las noches, cuando le invadía el bochorno veraniego y se envolvía en sus sábanas húmedas de tantas lágrimas y sudor.

Un zapateo resonó por la habitación y él medio volteó la cabeza. Le detalló levemente y después, sólo esbozó una sonrisa. Él nunca fallaba en las horas de encuentro y aquello, simplemente llenaba de placer a Grell Sutcliff. Una persona duradera, que, a pesar de tantas crueldades, se veía obligado a permanecer a su lado.

-Buenas noches, mi querido caballero -Saludó de forma melosa y se enderezó en el colchón, apagó su cigarrillo y lo lanzó por la ventana.

Hubo un particular silencio, pero que era extrañamente satisfactorio.

-A veces me pregunto, cuándo dejarás la timidez -Fingió estar agotado. 

-Macke Williams -Anunció la Parca en un tono ronco y quizá escalofriante para alguna otra persona -Hora de muerte, Doce y media -Revisó el reloj en su muñeca y continuó anotando. Su rostro se encontraba libre de expresión y sólo le brindaba importancia a su trabajo -Razón de muerte, Infarto -El sonido de la punta de la pluma, rozaba con suavidad la hoja, pero hacía el ruido suficiente cómo para sonar placentero.

-Él me molestaba -Comenzó a jugar con sus dedos, arrepentido de haberse fumado su último cigarrillo. La ansiedad le corroía -Así que lo invité, le dije que le perdonaba de cualquier ofensa a mi actitud alocada -Soltó una sonrisa maliciosa, acorde los recuerdos se refrescaban en su mente -Entonces, tomé su pipa y agregué algunos elementos nocivos. Murió tan rápido, que a penas pude ver su rostro temeroso -Apretó un puño con frustración y se encontró furioso ante su actitud vengativa -Quería verte, así contarte mis inquietantes experiencias por la vida.

William cerró su libro y giró su cuerpo. Se encontró cara a cara con el Pelirrojo y por un momento, se había quedado pálido ante tales explicaciones. Jamás en su vida, había tenido la desgracia de escuchar, cómo un humano egoísta e inquietado, le robaba la vida a un allegado.

-¿Quieres sentarte a mi lado? -Se deslizó por el viejo colchón y unas pequeñas partículas de polvo brincaron en el aire. Grell dejó un espacio para el Moreno y dio leves golpes a la superficie. No sabía en que punto de la conversación, era cegado y llevado ante una corte, para enjuiciarlo y encarcelarlo por sus malas acciones. 

-No creo que sea necesario -Retiró sus lentes, sacó un pañuelo de su bolsillo y comenzó a limpiar los vidrios con éste; Necesitaba algo para distraerse y persuadir sus nervios. No sabía porque no había abandonado ya ese lugar.

William la ParcaWhere stories live. Discover now