Capítulo 26

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Querida Camila:

     No sabes lo contenta que me puse cuando por fin conseguí dar carpetazo al horripilante día de ayer. «Sólo es un trabajo», dijo Keana. Bueno, pues si un trabajo es tan poco importante, ¿por qué se niega tan categóricamente a dejar el suyo? Pero es que no es sólo un trabajo. Me han propuesto un ascenso, y al hacerlo me han dado confianza y un poco de fe en mí misma. Fe para creer que mis esfuerzos se veían recompensados y que me consideraban competente y espabilada.

     Pero esta vez ni siquiera tuve ocasión de fastidiarla yo misma. Esa decisión la tomaron por mí. Katie no está dispuesta a separarse de Toby y no acabo de odiar a Keana lo suficiente como para largarme sola a Cork hecha una furia. Aunque me falta el canto de un duro. ¡Dios, esa mujer hace que me hierva la sangre! Para ella todo es siempre blanco o negro.

     Según su opinión, ella aquí tiene un trabajo fantástico con un buen sueldo y yo tengo un buen trabajo con un sueldo correcto. ¿Por qué diablos iba a querer mudarse a una ciudad donde su mujer tendrá un trabajo de fábula y ganará un montón de dinero? Ay, claro, se me olvidaba, en Cork no hay ni un banco, de modo que es imposible que encuentre trabajo o la trasladen. Allí todo el mundo guarda el dinero en cajas de zapatos debajo de la cama.

     Además, todo (bueno, muchas cosas, como las casas para empezar) es más barato allí que aquí. Katie podría comenzar el primer curso de la secundaria en un colegio tan bueno como cualquiera, o sea que tampoco tendría que cambiar de centro en pleno curso. Todo saldría redondo.

     Por otra parte, debo reconocer que su amistad con Toby probablemente es lo más importante para ella. Toby es uno de sus principales apoyos, la hace feliz y le conserva la inocencia en la mirada. Los niños necesitan amigos íntimos que los ayuden a crecer, a descubrir cosas sobre sí mismos y sobre la vida. También necesitan amigos íntimos para conservar la cordura y, tras la intentona de huida que ha protagonizado Katie, ahora comprendo que sin Toby, al menos en esta etapa de la vida, se volvería loca de remate.

     ¿Te das cuenta de que realmente habían reservado billetes por internet con la tarjeta de crédito de Keana para ir a verte? ¡Estaban en la cola de facturación cuando los agentes de policía los encontraron en el aeropuerto! Como si los viera: una chiquilla de pelo negro y piel vainilla sin más equipaje que una mochila con forma de oso a la espalda. A su lado un chiquillo de pelo rubio rizado a cargo de los billetes y los pasaportes. Una pareja de luna de miel en miniatura. Algún día lo recordaré y me echaré a reír. Cuando me haya recobrado del susto, el horror, la amargura y el resentimiento. Probablemente en mi próxima vida.

     O sea que no puedo aceptar el trabajo de mis sueños porque mi familia no está dispuesta a mudarse conmigo. Claro, es que no hago lo imposible por ellas. Ni me organizo la vida como si ellas fueran el centro del mundo. Ni llego a casa cansada de trabajar y les pongo la cena en la mesa, ni desempeño a las mil maravillas las tareas conyugales como si no hubiera un millón de cosas que preferiría hacer. Ni defiendo sin tregua a mi hija en el colegio discutiendo con los maestros cada dos por tres para convencerlos de que no es la hija del demonio. Ni aguanto que la madre de Keana venga a comer cada domingo y escucho sus quejas sobre lo mal que cocino, sobre mi pelo, sobre mi forma de vestir y sobre la manera en que he decidido educar a Katie para luego pasarnos horas sentadas delante de la tele viendo reposiciones de sus seriales favoritos. Ni me toca siempre a mí tomarme el día libre en el trabajo cuando Katie está enferma o renunciar a los planes que tenga para echar una mano a quien convenga.

     Claro, es que no hago ninguna de estas cosas.

     Aunque, ¿qué más da? Recibo una tostada quemada y un té con demasiada leche una vez al año el día de la Madre en señal de agradecimiento. Y con eso debería bastarme, ¿no? Keana siempre me dice que voy persiguiendo un arco iris. Tal vez haya llegado la hora de dejar de hacerlo.

Where Rainbows End (camren)Where stories live. Discover now