Epílogo.

10.4K 855 171
                                    

Tema: Aprender a volar/Patricia Sosa.







Un nuevo día.
Un nuevo comienzo.
Me levanto de prisa, lavo mis dientes, cepillo mi cabello y me coloco mi bata esperando a que mis amigas lleguen. Al fin uno de mis mayores sueños hoy se hace realidad.

La primera en venir fue mi tía quién me ayuda con las niñas. Renata juega con una muñeca mientras Francesca toma ansiosa su biberón. Luna y Denise no tardaron en mucho llegar y junto con ellas la peluquera, maquilladora y la modista.

Entre todas me ayudan a arreglarme para la boda.

Un peinado sencillo recogiendo mi cabello en un moño dejando caer pequeños mechones a los lados convirtiéndolos en ondas y una delicada tiara le da el toque final. Maquillaje delicado y sutil, y un vestido en color marfil de espalda descubierta mangas largas y cubiero por pequeñas piedrecillas brillantes. Me miro al espejo y me siento una reina. Me coloco la cadena que era de mi mamá, la que siempre llevo conmigo.

—Esa cadena no te combina con nada —me dijo la chica que me peinó.

—No me importa, la usaré y eso no está en discusión.

Entre a la Iglesia del brazo de mi tío Luis en cuanto la música comenzó a sonar. Ver a todos allí me provocó una enorme sonrisa pero cundo mis ojos se posaron en él fue mi perdición. Estaba tan hermoso como siempre, como solamente el podía estarlo. Al llegar a su lado volví a enamorarme, como cada día a su lado, como cada noche en sus brazos, como cada vez que lo veo jugar con nuestras hijas, como cada vez que me demuestra que estamos hechos el uno para el otro.

—Ahora digan sus votos —nos dijo el cura luego de unas hermosas palabras acerca del amor y la familia.

—Yo Camilo te recibo a ti Adela como mi esposa ante Dios para hacerte feliz cada día, para llenar tu vida de amor y sonrisas, para pelearnos y reconciliarnos, para demostrarte una y otra vez que estamos destinados a estar juntos. Te amo.

—Yo Adela te recibo a ti Camilo como mi esposo ante Dios y prometo hacerte feliz, cuidarte y amarte. Me comprometo a estar siempre a tu lado y a devolverte multiplicado por mil cada cosa buena que me has dado. Te amo.



















—¿Segura que estás bien mi vida? —me preguntaba por milésima vez.

—¡Ya te dije que si! ¡Déjame en paz! —le dije ya asquiada.

—¡Pero te está doliendo!

—¿Y? ¿Qué esperabas? ¿Qué el trabajo de parto fuera un como una especie de fiesta donde tomáramos cervezas y bailáramos la tarantela?

—¡Claro que no! Pero cuando tuviste a Francesca no estabas así.

—Tal vez el que a Fran la haya tenido por cesárea ayudó, ¿no crees?

—Buenas —ingresó una enfermera— vengo a revisarte —asentí — bueno, ya dilataste por completo, voy a buscar a la doctora. Llegó el momento.

—¿Qué momento? —preguntó mi marido.

—Su hijo señor Arismendi, va a nacer.

—¿¡Ya!? —dijo sorprendido.

—Su mujer lleva once horas de trabajo de parto, ¿cuánto más quiere que demore?

—No le haga caso, busque al doctor. Y tú —miré a mi marido fijamente— si no cierres la boca te hago correr.

—Ok, tranquila — se acercó a mi, acarició mi rostro y me besó en la frente —te amo.

—Y yo a ti mi amor.





—Adelante.

—¿Dónde está? ¡Queremos verlo!

—Allí, en brazos de mamá.

—¡Es tan lindo!

—¿Quiéres cargarlo Renata?

—¡Claro!

Con mucho cuidado se lo deposité en sus brazos.

—Yo también quiero agarrarlo —se quejó Fran.

—Tu también podrás cargarlo Francesca, pero ahora está conmigo, yo soy su hermana mayor.

—Yo también soy su hermana mayor.

—Pero yo tengo catorce años, tú sólo doce.

—Si continúan peleándose le digo a la tía Ester que se las lleve.

—No papá, no —dijeron al unísono.

—Entonces ya compotense que su mamá está cansada.

Se alejaron un poco, parándose frente a la ventana. Verlas allí, a mis, dos niñas convertidas en unas hermosas señoritas y con nuestro pequeño príncipe en brazos me llenó de felicidad.

—Hicimos un muy buen trabajo con esos tres niños, ¿no crees?

—Sí que lo hicimos bien —reímos.

—Oye. ¿Qué piensas si te digo que quisiera tener un hijo más?

—Solo si tú te embarazaras y tú lo tuvieras. Mi cuerpo ya hizo suficiente trabajo.

—Podríamos adoptar una niña.

—¿De qué hablas Camilo?

—En la nurserí hay una bebé que nació ayer, su madre falleció durante el parto y no tiene a nadie. Y se me ocurrió que tal vez nosotros, no sé, podríamos... cuidarla.

—¿Hablas en serio? —este hombre jamás dejaba de sorprenderme.

—Solo si tú estás de acuerdo.

—Me parece una muy buena idea —su rostro se iluminó.


Fue ahí donde comenzó la locura. Si tener dos niñas con una diferencia de edad menor a dos años era una locura, tener dos bebés de la misma edad era caótico. Pañales, biberones, tetinas y llantos por dos. Camilo trasladó su oficina a casa y yo también trabajaba desde allí ya que en mi despacho tenía gente de suma confianza. Mi tía Ester estuvo allí todo el tiempo, cuidándonos y ayudándonos.

En el hogar reinaron la paz y la felicidad, mentiría si dijera que no hubieron problemas pero simpre logramos salir adelante y optar por no dejarnos vencer jamás.

Hicimos un excelente trabajo con nuestros niños, Lucas y Luana ya entraron a la secundaria, son inseparables. Se criaron como mellizos y hasta tienen esa conexión especial. Las chicas recibieron muy contentas la noticia de que volveríamos a casa con dos bebés en lugar de uno, y jamás hicieron diferencias entre sus pequeños hermanos. Y Dios nos dio la sabiduría y el amor para tampoco hacerlo nosotros, Luana es nuestra hija y punto y a pesar de no llevar la misma sangre es igual a nosotros. Lucas tiene carácter fuerte y es terco como una mula, pero eso no quita su gran corazón. Francesca estudió diseño de modas, es muy talentosa y en unos meses tiene su primer desfile. Ella es muy parecida a mi mamá, es increíble como si siquiera conocerla hace sus mismos gestos. Renata esta haciendo sus prácticas como abogada en mi bufete por lo que pasamos muchísimo tiempo juntas. Ella es la más parecida a mi, siempre piensa más en los demás que en si misma y cuando le toca pasar por algún trago amargo no se deja vencer.

En cuanto a mi matrimonio, no puedo hacer más que dar gracias por el compañero de vida que me tocó, soy inmensamente feliz a su lado y cada día nuestro amor se hace más y más fuerte.





La vida me recompensó por cada lágrima, por cada angustia, por cada vez que sufrí preguntándome la razón de tanto dolor. Hoy se que ese dolor era necesario para diferenciar el sufrimiento de la felicidad y que cada batalla ganada fue un paso más cerca de mi victoria final. No fue fácil pero aquí estoy entera, completa, con el corazón reconstruido y el alma sana.
Y sobre todas las cosas aprendí que nuestro pasado no determina el  futuro. Somos nosotros mismos los tememos que decidirlo, porque la capacidad de ser felices está en nuetras manos.

En La Piel De Adela. ©[Editando]Where stories live. Discover now