batalla perdida

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El frío de Portland no atravesaba las paredes de mi hogar cálido. El color naranja de las paredes era prácticamente otra de las múltiples cosas que mantenía de esa forma el calor interior.

Me apresuré a abrir la puerta principal, saliendo al porche luego de tomar mi mochila negra y después coger el periódico que dejaban cada mañana.

Normalmente las mañanas eran tranquilas; muy pocos niños salían de sus casas para ir al colegio, los demás dentro de sus hogares, el aire helado batía las hojas de los árboles de una manera tan sutil que nadie le daba importancia, y el sol no era persistente.

Rapidamente caminé a través de la calle, procurando llegar más rápido de lo permitido. Mi mano inmediatamente golpeó la madera oscura, no me sorprendió nada cuando Marie me abrió la puerta. Nuestros ojos chocaron al instante, puedo imaginar tan claro cómo el brillo se hizo presente en el contacto visual.

Ella me sonrió. Una de esas sonrisas que tienen algo de picardía, que gritan que al fin el día llegó.

-¡Ya me voy, mamá! -gritó, sin dejar de observarme.

Esperé fervientemente a que cerrara la puerta después de su salida, tomándose su tiempo en guardar sus llaves en el bolsillo corto de su mochila. Unos minutos después del proceso, caminábamos a paso firme por la acera, en completo silencio. Silencio que fue interrumpido por la inesperada voz de Marie.

Ella dijo que estaba muy emocionada, pero que tenía mucho miedo. Que nunca había llegado a este punto, de escaparse de casa. Luego sus pasos se fueron haciendo cortos, lo cual me puso nervioso. Poniéndome en conflictos durante los pensamientos de un posible arrepentimiento por su parte, tal vez tratando de avandonar la misión. En un momento paró y giró la cabeza. Creo que trataba de percatarse de que sus padres no la estuviesen viendo hacer lo que iba a hacer.

Tuve que tomar el control.

-Oye, tranquila. Técnicamente no te estás escapando de casa, sino de la secundaria.

Sus ojos grandes vuelven a mí. La mirada de mal gusto que me da, me hace caer en la cuenta.

-Técnicamente -hace énfasis- eso no me tranquiliza, tonto.

Su insulto resbala sobre mí. No sé de qué otra forma alentarla a hacerlo. Estoy cien por ciento seguro que quiere hacerlo, pero la culpa siendo un factor importante es un gran peso de conciencia para ella.

Habíamos estudiado todo lo que sucedería hoy, durante casi dos semanas. Si seguíamos perdiendo el tiempo, el bus, que salía de aquí al destino que nos esperaba, se iría. Y todo lo que habíamos preparado por tanto tiempo debería esperar para mañana. O para mucho tiempo después de ahora.

Estaba preparado para todo hoy. Para la verdad. Para la ayuda. Para el remedio. Pero no para el fracaso.

-Marie, estás conmigo. No va a suceder nada malo -mi mano fue en un intento de tocar su hombro, pero rozé su mejilla accidentalmente- ¿Confías en mí?

El dilema corría por su mirada, los ojos azules estában asustados, su ceño lucía un poco confundido. El color rojo de sus labios fue apretado por el poder de su dentadura de conejo cuando asintió tímidamente.

Doblando la esquina, no sin antes de que ella diera un ultimo vistazo sobre su hombro, continuamos caminando.

Durante varios años había investigado este caso, tratando de encontrar el fin junto a ella. Ella, la muchacha igual a mí.

La India tiene una teoría muy conocida. Con la mentalidad puesta en la naturaleza; vieron al sol volver todos los días, como también a la luna en las noches y las plantas arrancadas volvían a crecer. Entonces creyeron que todas las cosas en la naturaleza, luego de cumplir su ciclo, retornaban. Todo parecía tener un movimiento circular, de eterno retorno. La vida entera parecía de ciclos que se repetían eternamente.

Tengo anécdotas curiosas. Reencarné en tantas personas que incluso puedo decir, con mucho orgullo, y aunque no me crean, que alguna vez trabajé para uno de los alcaldes de Estados Unidos.

Y hay muchas culturas que hablan sobre este tema, sin embargo hubieron muchas personas que revelaron sus opiniones ultimamente. Opiniones modernas como la de Coomaraswamy:

"La reencarnación -como se comprende corrientemente con el significado del retorno de las almas individuales a otros cuerpos aquí en la tierra- no es una doctrina india, sino sólo una creencia popular."

Estas palabras están grabadas en mi cerebro desde hace más de dos años. Él dice que la nueva vida después de una muerte se basa en mitos populares.

Yo digo que es un tonto.

Estoy un cien por ciento seguro que ni siquiera se habría atrevido a escribir una mísera letra de haberle tocado esta vida de ciclos sin fin.

Lastimosamente, a Marie y a mí nos tocó recorrer este camino de piedras punzantes con los pies descalzos. Utilizamos todos nuestros métodos de investigación para tratar de terminar con la tortura de tener que acoplarnos a vidas que no nos pertenecían. Adueñándonos de cuerpos que no se sentían nuestros.

Admito que el proceso por el que transcurrí no fue nada fácil, pero la presencia de Marie cuando la conocí, y al saber que le sucedía lo mismo, ayudó en mucho.

De esta forma transcurrió todo. Marie era un fuente de energía, muy potente, que me hacía querer buscar, cada vez más, el final. El "alto" de todo. Parar con esto y salir del camino para descansar en paz. Me di cuenta de estas cosas durante el camino hacia la parada del ultimo bus.

Todo sucedió allí.

Marie volvió con lo mismo. La confesión fue como un balde de agua fría descargada en olas de traición.

Marie no quería morir. No quería ver el final del túnel. Ella quería estar viva. Todo lo contrario a mis ideas. Pero estaba tan terco como un animal sin razón, que no pude divisar al coche que venía a toda prisa cuando traté de jalarla a la otra acera.

Sólo recuerdo piezas.

Ella saltó sin imaginarse que ya era tarde. Para mí. No para ella.

Trataron de revivirme en urgencias, sólo consiguieron mancharse las manos con sangre tratando de evitar lo inevitable.

Yo, Wes Turner; morí por séptima vez, a los dieciséis años, en los brazos de Marie L. Price, una compañera de secundaria, a causa de un accidente a unas calles de mi casa.

Reencarné en un cuerpo un tanto más adulto. Un año después. En el mismo pueblo de Maine. En la misma calle, como Marie de vecina. Y la casa de mi antiguo yo al lado mío.

Lo unico que podía pensar en ese momento era la posibilidad de que tenía otra oportunidad para remediar lo que hice mal: decirle a Marie que necesitaba su apoyo para salir de esto, con la mayor parte de mis investigaciones ahora almacenadas en mi casa vecina.

Entonces ahora sería sólo yo y mi propósito.

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⏰ Última actualización: Jan 22, 2023 ⏰

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