Introducción

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El pasillo, blanco como la nieve, era transitado por dos hombres. No había ruido alguno más que el de sus pisadas al andar.

Solo había una puerta, la que se encontraba al final del todo. Medía dos metros y medio de largo, y uno de ancho, imponía respeto. Al lado derecho había tres paneles: uno para identificar la retina, otro la huella dactilar, y por último para el ADN. Arriba, a la izquierda, había una cámara. Se notaba de lejos que era un sitio muy importante y de alta seguridad.

Ambos hombres, vestidos con batas blancas y con una identificación de nivel 7 en el bolsillo, se dirigían directamente hacia la puerta en completo silencio. Ninguno de los dos se atrevía a interrumpir el denso silencio. Al pararse frente a la puerta, la cámara de seguridad giró hacia ellos. Realizaron las pruebas pertinentes para entrar y la puerta se abrió.

Dentro habían más hombres con batas blancas e identificaciones de nivel 7. La habitación estaba dividida en dos partes: el ala de observación (separada por un cristal) y, unos escalones más abajo, los receptáculos de nivel 3. Los receptáculos eran 16, organizados en cuatro filas de cuatro y separados exactamente por 75 centímetros cada uno. La sala de observación estaba llena de pantallas que retransmitían imágenes y las constantes vitales de cada receptáculo.

- Dos niveles más y habremos acabado.

El hombre de cabello rizado se llevó la taza de café a la boca.

- Dentro de dos años tendremos que despedirnos de ellos.

Una mujer joven miraba de forma amorosa los receptáculos.

- Si claro, como si nos dejaran presentarnos.

- Isabelle, deja de involucrarte sentimentalmente, ellos no son más que unos pobres desgraciados a los que sometemos. Tú no puedes hacer nada por ellos. Y en cuanto más te involucres peor lo pasarás.

Uno de los hombres que acababa de entrar, el alto y delgado de gafas rectangulares, la miraba de forma reprobatoria.

- Pero... les estamos arruinando la vida, ¿quiénes nos creemos que somos? No podemos hacerles esto, es cruel.

- Debemos pensar en un bien mayor, porque el sacrificio que ellos hacen hoy, será nuestra salvación del mañana.

- Eso suena muy frío. ¡Son niños! Tienen toda una vida por delante que se la estamos quitando.

- ¡Isabelle! Ya basta, si sigues por ese camino de pensamientos, tendré que informar a Hurwicz, así que te aconsejo que te tomes el resto del día libre.

Isabelle, con la cabeza gacha para ocultar su mueca de desagrado, se marchó de la sala.

Al salir por el pasillo blanco, tan solitario como antes, le asestó una pequeña patada a la puerta. ¿Quién se creen qué son? Pensaba para sus adentros. Se fue directa al ascensor, y de allí subió a la planta 0.

- Señorita Lavange, ¿ya se retira?

El hombre apostado al lado del ascensor la mira sonriente y, a pesar de esta aparente amabilidad, Isabelle sabía que había detrás de esa brillante sonrisa.

El general Hurwicz los controla en todo momento y lugar. Al entrar a la sala latet, al salir, al ir a su casa, o al estar en ella. Siempre tiene una cámara o una persona que los vigila, y ella es consciente.

Una vez sale fuera del edificio respira hondo, intentando dejar atrás la discusión, los receptáculos, todo lo que encierra la sala latet. Se sube a un taxi y, apoyando la cabeza en la ventanilla, observa la ciudad.

Los rascacielos blancos y los edificios ovalados pasan frente a ella como una mancha borrosa.
Los transeúntes, enfundados en sus trajes de grafito, están absortos en su propio mundo, ignorando lo que les rodea, ignorando la realidad.
El cielo empieza a nublarse y pequeñas gotas repiquetean contra el cristal del vehículo. Mostrándole a Isabelle un mundo borroso. Una triste realidad.

Porque el mundo no es claro, no es libre. Todo lo contrario, está oscuro y lleno de pequeños recovecos donde se esconde el peor monstruo que ha podido pisar la Tierra.

El ser humano.





...
Bueno, cariños míos, aquí tenéis este primer capítulo de una historia que realmente me emociona.

No es la primera vez que escribo, pero sí la primera que me conocéis.

¡Espero que os guste! Dadle un toquecito a la estrella y dejad vuestra opinión en los comentarios.

¡Nos leemos!
I ❤️ you.

Barbara Devyn

DespiertaWhere stories live. Discover now