Enterrar Hueso

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Fingí un trote tranquilo, como el que hace cualquier can, cuando en realidad todo mi interior deseaba estremecerse, gritar o vomitar. Llevé el hueso que tenía en mi boca como si se tratara de un hueso común proveniente de cualquier carne con la que me hayan alimentado los humanos, lo cual era irónico, porque de exactamente de eso se trataba, de un humano, sí, llevaba un hueso humano en mis fauces caninas, de alguien que probablemente me hubiese alimentado antes, como lo hacen muchos los que frecuentan esta universidad, me sentía culpable, verdad, pero aun así me dirigía con trote pausado al Decanato de Posgrado para enterrar este hueso sin que nadie sospechara, acción que ya había repetido numerosas veces ¿por qué? me pregunto a mi mismo una y otra vez ¿por qué lo hago? pero mis instintos caninos no me permiten desobedecer a mi amo, aquel que me alimentó cuando nadie mas lo hizo y me salvó de las garras de la muerte, ya eh sufrido esta batalla antes, mas veces de las que podría recordar, una constante pelea entre lo que debo y lo que quiero, aunque este caso, lo que no quiero.

Contemplé el pequeño montículo de tierra que indica que algo ah sido enterrado allí, satisfecho con mi trabajo giré mi cabeza para observar el resto del prado, recordando donde enterré cada uno de aquellos huesos que me calaban con culpabilidad, nadie jamás sospecharía que un perro entierra restos humanos en los territorios de la UAM, y mucho menos imaginarán que lo ha hecho a consciencia, bajo las ordenes de su amo, pues un perro haría lo que fuese para mantener contento a su dueño, aun si eso significa destruir la evidencia de sus asesinatos estudiantiles; oí un pequeño siseo proveniente de mis espaldas, ya sé que hacer, me giro, meneo la cola y recibo la caricia de los estudiantes, que probablemente deba enterrar en un futuro. 

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