Capítulo 3. Zoe

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A mis padres... Que me apoyan en lo que sea que haga. Disfruten <3
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Miro al frente pensativa. Realmente estoy llegando temprano a la escuela.

El petricor que produce la lluvia no es de mi agrado. Al percibirlo, de inmediato cubro mi nariz para impedir que el olor me invada. No sé como a otras personas puede agradarle tanto. No puedo evitar fruncir el ceño y murmurar maldiciones.

Camino un poco más rápido, para llegar lo antes posible.

Minutos después, llego frente a la puerta y miro hacia arriba para que el detector de retina haga lo suyo.

Confirmando mi identidad, se abre, dejándome entrar con una pesadez extrema.

El vacío en mi estómago, me recuerda que no he desayunado. Hago una mueca y me dirijo hacia la cafetería en busca de algo que calme mi hambre y mitigue mi mal humor. Escojo algo. Casi puedo escuchar a mi profesora de nutrición riñéndome, por no elegir comida "saludable".

De camino al salón de clases, me encuentro con varios grupos de personas riéndose cómodamente, comiendo y comentando varios chistes estúpidos que encontraron en internet. Mi humor decae cada vez mas, y por más que lo intente, no puedo comprender el hecho de que todos estén tan cómodos en un lugar tan irritante. Con personas frívolas que sólo se preocupan por cosas tan banales como su aspecto y que Hafracoj sea un lugar tan perfecto como sus habitantes.

Continúo mi camino, con los ojos en busca del elevador más próximo. Lo único que podría hacer peor mi día, sería tener que subir las escaleras.

Sonrío cuando entro al elevador, agradeciendo que ya no existan los elevadores colectivos; que ahora sean personales y diez veces más rápidos que los de antes.

Siento la necesidad de ocultar más mi reloj con la manga de mi blusa. Dudo en mi interior, mi mente dice que no confíe en nadie, pero nada bueno puede estar pasando. Tengo que decirle a alguien, pero no se cómo, ni cuándo.

Todo es muy riesgoso.

Desciendo del elevador tan rápido como me subí. Unos pocos pasos más y estoy dentro del aula.

Diviso el salón completo, en busca de los lugares que Metías y yo siempre apartamos, pero no están vacíos como esperaba. Una chica morena de baja estatura, está sentada junto a otra incluso más pequeña que ella, de tez blanca y cabello rubio. No recuerdo sus nombres, ni me interesa recordarlos. Las fulmino con la mirada y me siento delante de ellas.

   Tomo un cuaderno de mi mochila y comienzo a garabatear algo sin sentido en la última hoja. Sin darme cuenta, comienzo a trazar algo mucho más familiar. Puedo ver el reloj de arena plasmado en el papel, tal y como está situado en mi muñeca derecha. Miro los finos rasgos que sin querer he impregnado en el viejo cuaderno y me inclino con miedo cubriéndolo, nadie puede verlo. Me asusta que descubran el único cuaderno que pudo conservar mi madre, este contiene resúmenes y notas de todos aquellos libros que fueron quemados por las autoridades en algún momento. No obstante, el simple contacto con el papel me tranquiliza. Recorrer los dedos por las hojas amarillentas me produce una sensación de euforia inexplicable. Sentir la pasta dura y rasposa me ha hecho una severa adicción.

   No entiendo por qué querrían eliminar estos objetos del país, siendo tan útiles y delicados. Leyendo las notas de mamá, me es complejo procesar la posible razón de que eliminaran tantísimas obras de arte antes escritas, que las prohibieran; y que por el contrario sólo nos dejen leer basura electrónica ahora. Entretenimiento barato.

—¿Crees que a alguien más ya le haya salido? —una voz muy preocupada me hace regresar a la realidad. Sin intención de voltear, escucho la conversación de las chicas, lo más discreta que me es posible actuar.

Before I find you EN REMODELACIÓN Where stories live. Discover now