Capítulo 8

1.4K 146 23
                                    

Su cara de asombro sería de película.

Sin embargo, ella tenía razón: era el primer departamento que estábamos viendo y yo debía de considerar seriamente si esto no era producto de un impulso tonto.

─Está disponible el del séptimo piso, ubicado exactamente acá arriba─Victoria señaló con el dedo al techo.

─Me parece bien, las vistas deben ser mejores.

─Podemos concretar una entrevista la semana próxima, los pintores habrán dejado todo listo para entonces. Si querés volver, contactáte conmigo sin dudarlo─ me dio una tarjeta con su número personal: "Victoria Aguirre - Bienes Raíces".

─Lo tendré en cuenta. A mí y a Virginia nos gustó mucho─ su opinión me importaba y mucho.

─Es un lindo barrio para criar chicos, también─asumió con la boca fruncida que éramos pareja. No quise negar nada, instintivamente tomé la mano de mi hermana. Llamarla así, me hizo regurgitar mil maldiciones. Incluso, al momento de fingir ante su compañera al momento de buscarla, también.

Virginia tampoco se inmutó ante el comentario; tal vez por su concentración en el río. Para entonces se sorprendió cuando agarré su mano y le besé la sien, en un gesto tierno y no premeditado. Me miró perdida, pero sin decir una palabra.

─¿Por qué no me dijiste que querías comprar un departamento?─reprochó al salir, en voz baja.

─Te lo dije, recién─respondí sereno, sabiendo que estaría retorciéndose de ansiedad.

─Sabés de qué te hablo. ¿Vas a volver a Buenos Aires? ¿A quedarte?─sus ojos nostálgicos buscaban respuestas concretas y a corto plazo.

─No lo definí. De momento tengo la plata y estoy planeando comprar un departamento. Más que nada para no molestar a papá y mamá cuando viaje para acá─pensar en regresar de vez en cuando era una opción, pero quedarme en la casa con Virginia cerca, resultaría una tortura.

─Parece justo, lo tenés bastante resuelto el tema evidentemente─me respondió frunciendo el ceño, enojada. Lógicamente me gustaría estar bajo el mismo techo con ella, pero no era lo mejor. Hoy por hoy me costaba horrores mantenerme a raya y sólo llevaba un puñado de horas en Buenos Aires.

─No tanto como querría ─asumí ─, y Virginia, por favor, te pido discreción. Si mamá o Lola se enteran que está en mis planes la opción de volver, no me van a dejar en paz ni un solo día.

─Tranquilo. Sé guardar secretos─me respondió con una sonrisa.

"Si lo sabremos nosotros...".

Llegamos a casa y nos recibió Olga, visiblemente más canosa y arrugada. ¡Wauu! el tiempo sí que pasaría para ella; preferí ignorar mi pensamiento interno y no decirle nada. Ante todo, respeto a las mujeres.

─ ¡¡¡Joaquín!!! ─su emoción al verme me contagió; abrazándome fuerte, sin importarle que yo era el mismo seco y poco demostrativo de siempre─ .¡Qué contenta estoy de verte!─otro abrazo, pero a este respondí efusivamente, con un poco de esfuerzo cabe destacar. Me agobiaban los abrazos fuertes...estaba hecho un refunfuñón tal como aseguraba Lola.

─Yo también me alegro─ me sinceré. A esa mujer le debíamos muchas cosas, entre ellas, que no nos delatase por romper parte de la vajilla de la oma Irene como consecuencia de un juego de tenis improvisado en el comedor entre Virginia y yo, cuando mamá estaba en el Hospital pariendo a nuestra hermana menor.

─¡Estás muy lindo! Todo un hombre, miráte...igual a tu viejo, che─dijo con buen tino, mientras me estiraba una arruga imaginaria del cuello de mi camisa, como si todavía fuese un nene yendo al colegio.

11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasadoWhere stories live. Discover now