AMOR, REDENCIÓN Y MUERTE EN EL OCÉANO

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Alma Widener era una joven de 25 años. Tenía todo lo que alguien pudiera desear en el aspectomaterial, no sólo era bella y elegante, también era dueña de una hermosa y gran casa en la ciudadde Nueva York y de una cuantiosa fortuna que heredó de su familia. No obstante, ella no erafeliz, había dejado de sonreír, de vestir ropas de colores alegres y de usar accesorios de modapara llevar siempre en su rostro una melancólica expresión y ropas de luto. La razón de esto eraque tres años atrás, su hermano y su cuñada -únicos parientes vivos que tenía y a los que amabaprofundamente- habían muerto en el naufragio de un barco que se consideraba la cúspide de latecnología y el triunfo del hombre sobre la naturaleza, este barco era nada más y nada menos queel Titanic. Fernando, su hermano, había conocido a Natalia en Londres y de inmediato quedaronprendados el uno del otro, con el tiempo se hicieron novios y se comprometieron. Él habíaadquirido los boletos para viajar de Europa a Estados Unidos en el lujoso barco, planeabancasarse al llegar a América. El viaje fue todo un sueño desde el inicio, pero, la noche del 14 deabril de 1912, todo cambió, el barco chocó contra un iceberg y en menos de tres horas se hundióllevándose consigo a 1500 personas. La joven pareja se encontraba entre los fallecidos, Almaentre los más de 700 sobrevivientes. Desde el momento en que se dio cuenta de que era la únicasobreviviente de los miembros de su familia, su vida cambió y cada día, deseó haber muerto conellos en la tragedia.

Un día del mes de abril de 1915, se presentó en su residencia un mensajero que le notifico quedebía de viajar de inmediato a Londres, esto con el fin de realizar los trámites legales que laacreditarían como la legitima heredera de la fortuna que perteneció a su cuñada y que esta habíadejado para ella en caso de su fallecimiento. Alma no deseaba volver a abordar un transatlánticoy menos regresar a una ciudad que le traía amargos recuerdos y pensamientos de lo que fue y loque pudo ser, mas sus abogados la exhortaron a aceptar, ya que si no lo hacía, el dinero y laspropiedades quedarían en manos del Estado. Ella acepto viajar, pensó que si utilizaba el dineroque poseía para ayudar a los desfavorecidos, su vida sería más llevadera. Como debía de partircuanto antes, compró un pasaje para el único barco disponible: el Lusitania, este partiría delpuerto de Nueva York hacia Irlanda el 1° de mayo.

A pesar de encontrarse en plena Gran Guerra y de las amenazas de parte de Alemania a todoaquel barco que cruzara las aguas de los países en conflicto, 1959 personas abordaron el barco,confiaban en que este sería lo suficientemente rápido para evadir a los submarinos alemanes.

Con lo que no contaban era el hecho de que en las bodegas del barco, junto al equipaje de lospasajeros y las cajas de comida, vino y enceres varios, se alojaban una gran cantidad de cajas quecontenían explosivos que serían llevados a Europa para ser un apoyo para los aliados en la guerracontra los alemanes.Durante el viaje no hubo contratiempos, los pasajeros disfrutaban de las instalaciones mientraseran atendidos por los miembros del personal. A diferencia de ellos, Alma no tomaba esto comoun viaje de placer, ya que en lo que menos pensaba después de la muerte de su familia era endivertirse, para ella este viaje respondía únicamente a los trámites legales de los que le habíanhablado .

El segundo día de viaje, ella se encontraba leyendo recostada en una de las tumbonas de cubierta,de pronto, sintió una presencia junto a ella, al voltear vio a un apuesto joven que le sonreía a lavez que le ofrecía una taza de té, él se presentó, su nombre era Alfred, le preguntó si no lemolestaba que se sentara junto a ella, con un ademan lo invito a ocupar la silla contigua.Él comenzó a hablar del clima y después le hablo acerca de su vida en Estados Unidos y de porqué había decidido viajar a Europa. Ella se limitó a sonreír, él notó que, a pesar de los esfuerzosque hacía, ella siempre tenía esa expresión melancólica en su rostro, decidió no preguntar larazón de ello, ya que no le pareció educado ahondar en su vida dado que acababan de conocerse,aunque le intrigaba mucho la razón por la que esa hermosa joven, a la que vio por primera vezcuando subía por la pasarela de pasajeros de primera clase, a la que le dedicó una enorme y bellasonrisa que ella no notó, no mostraba más que esa expresión melancólica que para nadacombinaba con sus bellos rasgos.

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