Capítulo 5: Los años pasan

588 67 73
                                    

—Dentro de poco llegará el muchacho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Dentro de poco llegará el muchacho. Su nombre es Arnald de Maureilham. Viene de la villa de Béziers, ¿sabes algo de ellos? —preguntó la dama Oriza. Alix asintió de inmediato.

—Conocí a un hombre llamado Bota, es el jefe de la familia. También al senescal de Béziers, a su esposa y a su hija Bruna.

—Ah si, Bruna..

—¿Es ella es miembro de la orden?

—Algo así. Pero volvamos al joven Arnald. Él llega en calidad de paje para Guillaume, de alguna forma también va a cuidarle las espaldas, y eso te ahorrará un poco el trabajo directo para que puedas dedicarte a lo otro.

—Entiendo.

—Aun así, me sigue pareciendo necesario que cuides de los dos. Nunca se sabe.

—Está bien, así será.

—Ahora puedes retirarte, Alix. Nos veremos en la cena.

—Si, señora. —Se inclinó, y Oriza la miró con una sonrisa de satisfacción. Cómo había cambiado.

Desde aquella tarde en que hablaron de empezar el gran cambio, Alix se lo tomó muy en serio. No solo el entrenamiento con la espada y las dagas, sino también lo otro. Oriza corregía sus modales y postura, su forma de caminar, la ropa que usaba y cómo arreglarse. Aunque eso siempre le habían parecido frivolidades, Alix puso todo de su parte, y lo hizo bien.

Nunca se llevó con las muchachas de su edad y las mayores que vivían con los Montmorency. Ellas siempre la trataron como inferior, claro que Alix jamás se dejó pisotear y encontró la forma de responderles. Pero desde que empezó el "entrenamiento" con Oriza, las cosas cambiaron de forma radical. La dama andaba de a arriba abajo con su sobrina, provocando situaciones donde la admiraran. Tal como le dijo Oriza, pronto sangró, y su cuerpo empezó a cambiar también. Tenía una silueta preciosa que muchos en la corte empezaron a desear.

Por otro lado, Alix no solo había cambiado por fuera y se había creado la misma fama de mujer difícil con la que llegó Oriza a París, sino que también usó sus habilidades para crear una especie de red de espionaje dentro de la casa de los Montfort.

Pidió a Bernard de Saissac que enviara dos sirvientes confiables a los que ella se encargó de meter entre la servidumbre, ya que pagaba muy bien al ama de llaves. Tenía alguien en la cocina, a quien hacía la limpieza de las habitaciones, a un mozo de cuadra, y a otros más.

Ya no podía estar todo el tiempo cerca de Guillaume como antes cuando era más joven, pero tenía siempre la información necesaria. Seguía yendo a la casa con la excusa de visitar a la pequeña prima de Amaury, quien por cierto ya estaba crecida y muy feliz de acompañar a una dama como era Alix.

Lo que más le dolió de todo ese cambio fue alejarse de sus dos amigos. Ya no era pequeña ni una niña para ponerse a bromear como un muchacho más. Poco a poco, y para que no se dieran cuenta, se fue alejando. Adiós a las risas escandalosas, a los juegos, a los insultos con Amaury, a bromear hasta sacarlo de quicio.

SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora