La fatiga mutila la voluntad del guerrero, su fuerza, que años atrás le habían ayudado a soportar mil y un batallas anteriores, ya es cosa del pasado. Lo único que le mantiene en pie es su armadura, ya desgastada, inútilmente manteniéndole, cuando el pobre guerrero ya ha tomado la pelea por perdida. Su joven alma, afectada por luchas recientes, no consigue sacar fuerza de ningún lugar, para esta, su última batalla.