Fantasía.

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Tras un día largo llegamos a su casa, riendo como siempre y entre bromas y canciones no pude controlar el hipnotizarme con su boca. Me gustaba tantísimo y deseaba besar sus labios desde quién sabe cuanto. Se dio cuenta y me miró extrañada pero sin molestarse. Por solo un segundo me sentí valiente y me acerqué a apenas unos cm de su boca pero el miedo me inmovilizó e hice como si me estuviese dirigiendo a su oído para decirle algo. Sentí una pequeña decepción en ella pero fingí por el bien de las dos ignorarla.
Eran las once de la noche, su madre nos advirtió que como no nos duchásemos ahora deberíamos hacerlo mañana madrugando por lo que no dudamos en dirigirnos al baño.
Mientras me contaba una anécdota de las suyas nos íbamos deshaciendo de la ropa. A veces preguntaba -¿verdad? o -¿a que sí? Y yo me limitaba a sonreír sin saber de que me hablaba. Se quitó las bonitas trenzas que sus delicadas manos amaban tanto hacer. La sudadera y una camiseta dejando a la vista de la idiota que la miraba con tales ojos el maravilloso regalo que Dios le había dado y sin saber como...
- ¿me oyes?
Mierda. Le dije que si y me di cuenta de que solo me había deshecho del abrigo. Decidí apartar la vista y me seguí desnudando aunque para mi sorpresa, al girarme noté sus ojos clavados en mi y sin quererlo hice como si no me diese cuenta y continué. Poco a poco y dejando que observara cada movimiento. Dios... Debía parar pero no podía. No podía más. Me intenté concentrar en los pros y contras que tendría besar sus labios carnosos y me hice prometer no volver a intentar provocarla pero cuando me giré del todo estaba más cerca de mí. Como acto reflejo se dio la vuelta y se introdujo en la ducha. Como cada vez que iba a su casa, me metí detrás de ella. Joder. ¿Cada día que vengo esta ducha es más pequeña? Cuando terminé de echarme agua comencé a ponerme el jabón y sus malditos ojos me penetraban. Miró hacia otro lado, siguió echándose agua y cuando fui a coger la alcachofa me paralicé. Dios deseaba que se girase y poder... Y poder...
Por arte de magia, eso hizo. Se giró y me vio a menos de cinco cm de ella. Sus maravillas casi rozaban las mías. Supe que ella iba a retroceder cuando la besé. Fue un beso dulce en los labios que me hacía desear más y más pero mucho era haber alcanzado tal sueño. Cuando me separé de ella no tardó ni dos segundos en acercarse del todo a mí lo que me sorprendió muchísimo. Me besó de nuevo dulcemente y todo iba bien hasta que sus dientes atraparon mi labio inferior. Fue entonces cuando el fuego se apoderó de mí. La besé con ansia, con la pasión y el amor secreto que llevaba sintiendo por ella desde hacía tanto. Mis manos se dirigieron a su cuello atrayéndola más y más hacia mí y una de sus manos agarró con fuerza mi pelo y al morder su boca sonó de ella un pequeño gemido, lo cual me indicaba que pronto explotaría.
¿Qué hacíamos? ¿Estaba bien? Cuando su mano derecha alcanzó mi seno y una de mis manos comenzaba a bajar a su entrepierna llegué a pensar que qué mas daba, disfruté aquellos minutos como si fueran los últimos de mi vida hasta que dos golpes en la puerta nos sacaron del trace. Miramos a la vez la puerta al otro lado.
- Id saliendo que es tarde y tenéis que cenar.
Nos miramos, sus pómulos lucían colorados, tenia las pupiladas dilatas y sus labios entreabiertos me llamaban. Fui en su busca pero dos golpecitos volvieron a sonar y al son de un -sí suyo, salí envuelta en una toalla. En lo que ella se enjuagaba me vestí y peiné sin dar crédito de lo que había sucedido y sin dar explicación salí a ayudar a la madre con la mesa.
A los minutos entró ella en la cocina, sonreía y aún no me había dado cuenta de que el motivo era que le hacía gracia el miedo que le tenía yo. Nos sentamos a la mesa y cenamos lo que fue la cena más larga y confusa que había tenido en mi vida.

Dulce tortura.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt