Capítulo Treinta.

10.3K 562 76
                                    

¿¡Cómo!? Me quedo muda, creo que por primera vez en la vida no tengo nada que decir, simplemente no me salen las palabras.
Miro a papá, que sonríe, después a mamá, que mira a ambos intentando esbozar otra sonrisa, pero a ella no le sale, porque ella sabe lo que tengo con Mateo. Por último, lo miro a él, que está con los codos apoyados en la mesa y con las manos en la cabeza, mirando abajo.
¿Ahora no te atreves a mirarme? Es lo que quiero gritarle mientras lo miro con odio sin importarme nada.
Me levanto, tiro la servilleta con fuerza sobre la mesa, y me voy sin decir una sola palabra.
Todo lo que pudiera decir ahora me dañaría, sería por despecho, porque eso es lo único que ahora mismo corre por todo mi cuerpo.

Intento tocar el piano, ya que es una de las pocas cosas que me tranquilizan, pero no, nada me sale bien. Los dedos se ponen en la tecla que no deben, hasta que ya no puedo más y toda mi rabia explota en un grito desgarrador que me deja vacía. Justo como me quedaría si Mateo se fuera.

No se irá, no adelantes acontencimientos, nada está claro.

Eso es, respiro hondo haciéndo caso a mi cabeza. Necesito hablar con él. Me dirá que no se va, que cumplirá la promesa que me hizo, que dentro de seis meses y medio, que es lo que queda para mi cumpleaños, me cogerá de la mano y nos iremos, tal y como me dijo.

Nada ha cambiado, nada cambiará. Mateo te quiere.

Mi respiración vuelve a ser normal, eso es... si. Una conversación con Mateo me traquilizará.

- Tenemos que hablar... - Como si mis deseos se hicieran realidad, asoma su perfecta cabeza por la puerta, con ese pelo castaño casi siempre bien peinado, sus dos ojos azules que me llevan donde más feliz soy, con él.

- Si, eso creo.

- Ven, sígueme.

Sube hasta la tercera planta, donde menos he estado yo, ya que esa planta está prácticamente destinado a los negocios. Sigue subiendo, hasta la azotea, donde hay una mesa, un par de sillas y alguna que otra planta. Creo que en toda mi vida he estado ahí un par de veces.

- ¿Qué hacemos aquí? - Le pregunto.

Me coge la mano, acariciándomela con suavidad con su dedo pulgar y me dirige hasta el borde de aquel sitio.

- Es un buen sitio para hablar, ¿te gusta?

- No - Muevo la cabeza a ambos lados con firmeza - Es el lugar más solitario de la casa, aquí arriba, abandonado...

- Yo sin embargo creo que es un sitio tranquilo y relajado. Donde poder pensar.

- Supongo que tenemos puntos de vista diferentes... - Susurro, mirándole a los ojos y con un nudo en la garganta que me dice que éste es el final de la historia entre Mateo y yo. - ¿Tú vienes mucho aquí?

- A veces, cuando quiero despejarme de todo el trabajo, cuando al principio quise alejarme de ti... aquí me sentía protegido, pero también solo. Éste lugar me dijo que te necesitaba en mi vida, Alejandra.

- ¿Por eso me has traido aquí?

Asiente y mira al horizonte. Pensativo y con una mueca que hacía tiempo que no aparecía en su cara; tristeza. Oigo su respiración, acompasada con la mía, pero ninguno de los dos habla.
Esta vez yo tampoco quiero romper el silencio, porque prefiero no decir nada a una despedida.

Y así seguimos al menos diez minutos, hasta que es él el que rompe el silencio.

- Verás, Alejandra. Siento que te hayas enterado de esa manera. Quería decírtelo yo mismo.

- ¿Te vas?

- Al parecer... si - Me coge ambas manos, ascendiendo mientras acaricia mis brazos para al final dejar las manos sobre mis hombros. - He intentado convencer a tu padre para no hacerlo, pero... ya no es por la empresa. Tu padre necesita que vaya.

- Y yo necesito que te quedes. - Respondo segura. ¿Qué estoy siendo egoísta? Si, y me da igual.

- Escúchame, mi niña - Esboza una pequeña sonrisa que no tiene nada que ver con la tristeza con la que sus ojos me miran - No pasa nada, ¿entiendes? Seguiremos juntos. Solo me iré un año, cuando vuelva, toda nuestra promesa seguirá adelante, simplemente la pospondremos.

- ¿Un año, Mateo? - Me suelto con brusquedad de su agarre - Quedan seis meses y medio para mi cumpleaños, no un año.

- Solo tendríamos que esperar seis meses más, vamos pequeña, sabes que ésto que tenemos es fuerte, superará seis y cien meses más si hiciera falta - Intenta tocarme, pero yo lo aparto de un manotazo, con las mandíbulas apretadas.

- Quien no va a esperar más soy yo, ni hablar. - Lo señalo con las primeras lágrimas saliendo y recorriendo mi mejilla. Él abre los ojos con sorpresa y vuelve a intentar tocarme, pero doy un paso atrás para que no haya contacto entre nosotros. - Era nuestra promesa, Mateo. Dijimos que el día que cumpliera dieciocho años todo cambiaría.

- ¡Y cambiará, mi niña!

- No - Le digo sorbiendo por la nariz, con un dolor sordo que se extiende cada vez más en mi interior - Solo tienes que decirle a mi padre que te quedas aquí, y que te quedas por mí.

- No puedo hacer eso...

- Si no puedes hacer eso, tampoco puedes seguir pidiéndome que te espere. Tú para mí has sido siempre la prioridad, ¡siempre! Dejaría todo lo que tú me pidieras solo por ti.

- No me hagas esto, pequeña - Ya no intenta tocarme, baja la cabeza abatido. - Deseo con todas mis fuerzas que llegue el día que estemos juntos.

- Al parecer, ese día no llegará. Tú has querido que no llegue... - Miro a la puerta de la azotea, si, una simple puerta que al cruzarla será el fin.
El fin de algo que era increíble sin ni siquiera haber empezado. Y yo voy hacia ella.

- Espera, Alejandra - Mateo rodea mi muñeca con su mano, la famosa corriente llega a mi cuerpo con su contacto, pero me obligo a ignorarla. - No me voy hasta dentro de un mes, piénsalo. Ya sé que no debería pedírtelo, pero piensa si puedes esperar a que vuelva, entonces estaremos juntos.

- Tu y yo... nunca estaremos juntos. - Susurro con la voz ahogada por las lágrimas que quieren salir sin parar - Nunca.

----------------

Alejandra no podía esperar más, ¿qué hubiérais hecho vosotr@s? :(

Comentad y opinad :) :)
Vuestros comentarios siempre son de ayuda.

Quiéreme si te atreves.Where stories live. Discover now