Cartas a una Princesa

10. Pantalones nuevos

Lio se decepcionó cuando le dije que no lo acompañaría pero aceptó mi excusa de estar muy enfermo. Traté de parecer convincente en mi llamada. Me sentí mal por mentirle. De verdad deseaba contarle todo, sabía que me guardaría el secreto. Pero aún no era el momento.

— ¿Una fiesta?—dijo mamá, me miró curiosa—. Bien, creo que estás en esa edad así que puedes ir.
— ¡Yo también quiero ir!— dijo Vicky enojada.
— No puedes— aseveró papá—. Chris tal vez vea a su novia ahí y no quiero que lo interrumpas.
— No voy a ver a nadie— dije y hasta soné falso.

Luego, después de bañar a mi gato y desayunar salí disparado a la tienda de disfraces. Llegué. El dueño, un amable abuelito, me mostró varios modelos.
No iba a disfrazarme de cavernícola. Ni de astronauta. Seguro que a Rosemary y a su familia les daría un ataque si llegaba vestido de diablo. Quería ser un vampiro pero no parecía correcto. Los disfraces de día de brujas no eran adecuados.

— Disculpe, jovencito— dijo el abuelito mientras yo miraba feo a un disfraz de bombero—. Tengo algo que podría gustarte.

Me mostró el contenido de una bolsa que llevaba a cuestas. Perfecto. Ideal. Y para nada aterrador. Sería un militar. Hasta tenía muchas medallitas y estrellitas incrustadas. Le entregué con el dolor de mi alma a mi amado cerdito. Lo miró confundido. Antes de que lo destrozara le di un último abrazo.
Pero qué obeso estaba, hasta me sobró dinero.

Con el disfraz conmigo me dirigí a casa. Por la tarde llegó el momento de realizar mi plan. Me puse el disfraz y encima un abrigo grande para que no se notara nada más que los pantalones. Tomé el dinero que tenía y un mapa en el que marqué el camino que tomaría. Así, me dirigí a emprender la búsqueda del nuevo sueño de Rosemary.

— Mamá— dije, ella me miró—, ya me voy.
— Pensé que la fiesta era hasta la noche— contestó indiferente.
— Bueno, es que soy parte de los organizadores y me toca llegar temprano para preparar todo.
— ¿Y por qué llevas un abrigo tan grande?
— Por que...—no supe qué decir. Pero sí, tenía mucho calor— ... seguro hará frío en la tarde y no quería sufrir de regreso, ya sabes, tengo que venir caminando.
— Bien— dijo y no estaba nada convencida, me miraba como si estuviera loco—, pero tienes que llegar temprano. Tienes hasta las 12:00 am. No más tiempo.
— Uh, Chris se compró pantalones nuevos— interrumpió Vicky.
— Sí, ¿Te gustan?— le presumí.
— Ya me agrada esa chica— dijo mamá— . Hizo lo que yo nunca pude: obligarte a comprar ropa nueva. Por cierto, ¿Lio va a estar ahí?
— Sí, voy con él— dije y me sentí mal por mentirle.
— Entonces que te vaya bien.

Salí corriendo. Cuando llegué a la estación esperé el tren mientras me rostizaba por el abrigo.
La gente me miraba raro. Es que sólo me faltaban gafas oscuras para parecer detective. Pero no importaba. Decidí concentrarme en el camino.

Luego de viajar mucho y cambiar varios trenes, llegué a la zona cercana al palacio. Ya era muy tarde, como eso de las 6:00 pm. Muchos autos de lujo conducían a una dirección y decidí ir por esa. Había mucha seguridad. Se hizo noche.
Se veía el cielo lleno de estrellas. Y la luna iluminaba todo. Era hermoso.
Estaba contemplando el ambiente cuando noté que varios autos se detuvieron. Al parecer un árbol obstruía la carretera. Sólo se podía continuar a pie. Un oficial estaba guiando a las personas, que claramente eran invitados a la fiesta a seguir a pie.

— El palacio está muy cerca de aquí. Perdonen las molestias— dijo.

Habían muchos disfraces. Piratas, reyes, bomberos, etc. Sin duda sí que iban al palacio. Me quité el abrigo. Y me mezclé entre la muchedumbre quejumbrosa. Qué gente tan elegante y tan perezosa, pensé. Les molestaba tener que caminar unos cuantos metros. El palacio estaba muy cerca. Se podía ver.

La seguridad pidió ver las invitaciones. Entramos gracias a ellas. Mi estómago se revolvió. Ya estaba ahí. Y me daba tanto miedo.

Pero todo era por Rosemary. Lo soportaría por ella.