veintisiete

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Draco es feliz porque Hermione es suya cada vez que se ven, cosa que ahora pasa en La Sala que viene y va.

Un sábado, cuando ya es tarde, ninguno se cambia con rapidez y no se despiden de manera fugaz.

Se quedan ahí, mirando el techo, tendidos uno al lado del otro.

Y como si fueran dos enamorados, Draco pasa su brazo, y la abraza. Hermione aspira su aroma.

—¿Qué somos?

—Un mortífago y una sangre sucia.

Bromea, y siente ese hormigueo en su estómago de vuelta al escuchar su risa. Por alguna razón sabe que ella siente lo mismo.

Pero Draco se pregunta, ¿están enamorados?

Labios carmesí (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora