03

82 8 2
                                    

De nuevo primavera y por fin confiaste en mí como para contarme que tu cosa favorita en ese mundo eran las rosas. Pensé que era algo cliché, algo que todas las chicas quieren para sentirse bellas y preciadas. Aún así, el día que te lleve una rosa, no estabas feliz. De hecho me pegaste. Pensé que había sido porque casi te arroje la rosa a la cara o porque te dije que la había encontrado tirada y que era una cosa fea igual que tú.

Me explicaste que cada rosa es un bailarín que ha renacido para mostrarle al mundo que algo hermoso también es doloroso. Que por cada baile que vieran, habría detrás mil ensayos, horas sin dormir, caídas, peleas, llantos, frustraciones y fracturas. Lloraste mientras ponías la rosa en agua, lo hice yo también. Las rosas, se volvieron mi flor favorita.

Empezando el verano comenzamos a ensayar tu primer solo. Jamás te lo conté pero tuve que trabajar como esclavo de mi padre para convencerlo de que te dejara bailar en el recital de invierno, ese que hacían cada 15 de diciembre. Tampoco te lo conté pero me pasé dos semana durmiendo tan solo un par de horas hasta que encontré la canción perfecta.

Yo te daba la señal para iniciar y tú bailabas con toda tu alma, por fin sentías la música, por fin eras una verdadera bailarina. Aún así me negaba a felicitarte, no sé, no quería consentirte, algo tonto porque el primer día que pensé eso, te regalé el tutú blanco.

Lloraste, sonreíste, gritaste, reíste, me abrazaste y aunque traté de alejarte, estaba feliz de que te gustara. Eras escuálida, tus ojos seguían pareciendo dos aceitunas verdes demasiado grandes para tu cara, tu cabello parecía un montón de hilos negros enredados... Te veía horrible pero por alguna razón dije: "Hermosa". Esa tarde no deje de sonreír recordándote, que bueno que no escuchaste lo que dije.

A finales de noviembre nuestros ensayos eran cada vez más largos, nuestras conversaciones aumentaban, ahora sí que podía decirte cosas. Bailabas cada vez mejor y yo tenía que enojarme menos.

Recuerdo que fue precisamente por lo bien que hacías las cosas que esa tarde te deje sola en la sala de prácticas, tenías una mano sobre la bocina pues desde hacía unos días habías dicho que comenzaste a sentir el alma de la misma música, nunca te entendí pero tampoco quise discutir. Lleve tu tutú con la modista de la escuela, esperando que ser el hijo de sus jefes bastara para convencerla de repararlo. ¿Sabes? Sí bastó.

Estábamos hablando sobre los detalles en la ropa, me sentía todo un profesional preparando el vestuario de mi alumna. Sin embargo, mi alegría desapareció cuando las alarmas de incendios comenzaron a sonar. El caos se expandió con rapidez; todos corrían, los profesores gritaban indicaciones tratando de evacuarnos. La modista intentó sacarme pero sabía que tú seguías en la sala, no harías caso de la alarma, no te moverías.

Quería huir pero no podía dejarte allí. Corrí como nunca he corrido, Ella, por ti, yo corrí entre el humo y las llamas que comenzaban a devorar el pasillo. Pateé la puerta, ni siquiera sé de dónde saque tanta fuerza. Tú estabas allí, bailando, ajena a todo. Tomé tu mano y te arrastré fuera, los bomberos ya se encontraban rodeándonos. Mi madre me dio una bofetada y rompió a llorar mientras nos abrazaba a ambos, yo no dejaba de sonreír porque tú estabas bien. Tú no dejabas de llorar porque mi brazo estaba herido.

Esa misma semana se anunció que las clases se suspenderían hasta el verano del próximo año, cuando la Academia fuera reparada. Ese año no habría recital. Todo un año de trabajo para nada.

Mi padre explicó que se haría un gran recital el siguiente otoño, cualquiera podría participar. Tú prometiste no dejar de ensayar hasta el verano, decías no ser capaz de decepcionar a tu héroe, yo me di cuenta que aún me faltaba mucho por conocer de ti. Ni siquiera sabía dónde vivías.

Esas navidades me la pase encerrado en mi cuarto confeccionando el mejor vestuario que alguien hubiera visto. Todo para ti, todo por ti...

Ella, esperé con ansias el verano. Ella, te extrañé con todo mi corazón.

- De un parcialmente asado héroe de 14 años.

A Ballerina StoryWhere stories live. Discover now