Capítulo 3

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Dormir, eso es lo que pese a todos los esfuerzos para que no sucediese hicieron ambas mujeres. Fue la comandante la primera en despertar. Se asomó al saliente de la cueva y aprovechando los últimos rayos de sol pudo observar como no había rastro del ejército enemigo. Tras meditarlo algunos segundos, finalmente decidió arriesgarse a salir en busca de agua y comida. Antes de salir del refugio avivó un poco el fuego y miró a su acompañante, después se colocó sus armas y salió.

Como venía siendo algo habitual en ella desde hacía meses, Clarke se despertó sobresaltada y gritando. Lexa soltó la caza que llevaba al escuchar el grito y corrió hasta el refugio. Clarke estaba pegada a la pared con la mirada perdida.

-Sea lo que sea ya pasó- Escuchar aquella voz trajo de vuelta a la rubia.

-Te equivocas, nunca pasará. Mi mente se empeña en traerme la imagen de todos aquellos que maté en MW – Se quitó de encima las manos de Lexa- No me toques. Deberíamos salir.

Lexa se levantó y le ofreció su cantimplora llena de agua fresca- Bebe, mientras iré a recuperar nuestra comida. Cuando te oí gritar lo solté todo para venir en tu ayuda.

Mientras asaba la liebre Clarke salió de la gruta. Lexa la observaba en silencio. Desde el principio supo que el perdón tardaría pero nunca pensó en el odio tan presente que la rubia le tendría. Se decía que tan solo hacía un día que volvían a estar juntas, que sólo sería cuestión de tiempo.

-Tengo que ir a mi casa- Aquello fue lo primero que dijo Clarke cuando regresó al interior de la cueva.

-Iremos juntas – Clarke la miró tensándose.

-Me da igual si vienes o no. Yo sí lo voy a hacer. Por lo que he podido observar no hay rastro del ejército de la Nación de Hielo. Deberíamos salir en cuanto terminemos de cenar- Lexa asintió.

-Espero que Indra haya podido avisar. Los clanes deberán estar preparados para la guerra.

-Si te atacan sólo a ti ¿irán todos a la guerra?- Lexa asintió- No lo entiendo, ellos no tienen nada en su contra.

-Somos solo uno. Eso es la coalición, si dañas a uno nos dañan a todos- Clarke la escuchaba con interés.

-Pero tú sólo comandabas a tu propio clan cuando te aliaste con mi pueblo.

-Cierto. Dejé a un lado la coalición porque sólo con nuestros hombres creía que venceríamos.

-Ya, pues fíjate me alié contigo porque creí que necesitaría tu ejército y al final sólo tenía que mover una palanca para vencer. No te necesitaba. El dolor que me habría ahorrado de haberlo sabido – Lexa suspiró al escuchar a la rubia- No me arrepiento del tiempo que pasamos juntas- Esto pilló por sorpresa a Lexa- Aprendí muchas cosas a cerca de tu pueblo. No todo lo entiendo pero todo me ayudó a no verles como bárbaros. Se hace lo que es necesario para sobrevivir cuando el hábitat en el que estás te es adverso. Tal vez usáis en demasía la fuerza y la venganza, pero ¿quién soy yo para juzgar que eso está mal? En el Arca, todo delito cometido por un mayor de 18 años significaba una pena de muerte, no somos tan diferentes.

- Me alegro que lo entiendas- Lexa comenzaba a tener esperanza.

-Lo que no puedo entender, es como se permite la traición. Tenéis normas para todo, ¿no hay alguna que castigue la traición? – La esperanza de la comandante iba desapareciendo- Si no recuerdo mal, Gustus fue condenado a morir por su traición – Lexa la miró sorprendida al darse cuenta de la dirección que la conversación había tomado- ¿No deberías morir tú de la misma forma por la traición que cometiste?

-Gustus – La mente de Lexa se movió con agilidad para encontrar una réplica- fue condenado por su intento de asesinato de su Comandante. Supongo que si llevas mi traición al consejo de los clanes, será estudiado y votado. ¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres que se me juzgue por aceptar un trato y dejarte sola en MW?

-La sangre pide sangre – Lexa sonrió.

-Así es. Pero aquella noche no se derramó ni una sola gota de sangre vuestra. No puedes reclamar sangre por sangre- Clarke la miró con el odio reflejado en sus ojos.

-Será mejor que salgamos ya – Lexa dibujó una pequeña sonrisa al ver como su compañera se ponía en pie y apagaba la fogata dándose por vencida.

Caminaron varias horas siempre alejadas de los caminos, y protegidas por la frondosidad del bosque. Lexa sabía que no sólo estaba el peligro de la Nación de Hielo, el bosque en sí podía ser un peligro.

-Paremos y descansemos – Sugirió Clarke al llegar hasta la orilla de un rio- Bebamos agua y rellenemos las cantimploras, no sabemos cuándo volveremos a encontrar agua- Cuando la rubia se giró observó como su acompañante la miraba de una forma extraña. La luna llena les proporcionaba suficiente luz- ¿Qué? – Le preguntó al observar que Lexa no dejaba de mirarla de aquella forma.

-Deberías darte un baño – Clarke la miró alzando una de sus cejas- Llevas demasiada suciedad encima y me gusta más tu color de pelo natural – Clarke se quedó totalmente sorprendida al escuchar aquello y tardó algunos segundos en poder responder.

-¿Te gustas más? – Lexa decidió ignorar el tono y continuó llenando su cantimplora. Sabía que había hablado de más- Repito ¿te gusta más mi pelo rubio? – Clarke se iba acercando hasta la comandante y se quedó pegada a ella esperando una respuesta.

-Sí- Contestó Lexa de una forma casi inaudible.

-A mí me gusta más cuando no llevas las pinturas en la cara- Fue la respuesta de Clarke justo antes de sumergir su melena en las aguas del rio. Y de esa forma eliminar los restos rojos pero también perderse la cara de sorpresa puesta por Lexa cuando escuchó esa frase de boca de su acompañante- Yo ya he eliminado mi pintura, ¿harás tú lo mismo? – De inmediato Lexa comenzó a lavar su cara, viendo como una pequeña sonrisa comenzaba a dibujarse en el rostro de Clarke. Por unos minutos ambas estaban bien, habían logrado alejar sus problemas. La pregunta que ambas se hacían es por cuánto tiempo.

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