III

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El ruidito de la pava cuando se calienta el agua, preparando el recipiente, con especias naturales, ya era hora del mate y el ritual que se merecen las tradiciones paraguayas.
Sentado en mi silla de algarrobo casi desecha, que junto con mis novelas francesas son lo único de valor que me queda. Y la cama tirada, con olor a sexo y cenicero, atuendos que se hacen lugar por todas partes con fragancia de zoológico. La guitarra que me regalo Arlette, ya sin cuerdas. Y el aroma a Dharma bordeaba mi cama. Y como se veía venir, los recuerdos sutiles de las noches junto con Arlette y Lenny, Arlette me hablaba de los grandes pintores, amaba a Picasso, pero yo no. Nunca me gustaron los artistas demasiado consagrados, siempre terminan o locos o diciendo cualquier incongruencia para llamar la atención. Me gustan los artistas con sumisión y el arte cuando lleva demasiado del artista plasmado en él, cuando tratan de camuflar su identidad, pero saben que en cualquier recóndito lugar de su obra se encuentra todo de él.
Esas noches de debate, y Arlette en el regazo de Lenny. Dharma adherida a mi pecho y los vasos con resto de vino. El olor a cenicero y los vidrios marrones por doquier.
Lenny con su extrema imaginación y su guitarra, nos extasiaba los oídos asesinándonos lentamente con melodías de Led Zeppelín o Pink Floyd. Dharma contra mi pecho y en mi mano un vaso de vino.
Me sentía totalmente expuesto, nunca me había sentido tan limitado con el amor. Tan inmune al dolor, tan cerca de ella y tan lejos del resto de la aborrecida corporación.
El sorbo del primer mate, mi costumbre de compartirle a Santo Tomas. Con el periódico que siempre compro del señor Gabino, ese viejo con canas y arrugas bajo el cuello, que siempre me roba quince minutos de mi tiempo, para hablarme de lo malo que esta la economía y poniendo en comparación a su antigua época.
A sus 75 años de edad permanece lucido y me cuenta sobres sus hazañas, cuando pertenecía a una de las jerarquías paraguayas en la batalla de Boquerón. Con una admirable fuerza de voluntad, el viejo se despierta todos los días a las cinco de la mañana y toma su mate mientras espera ver el amanecer, sentado en un banco frente a su pequeño negocio de venta de periódicos.
Empezó en la batalla de boquerón y continuó hasta Chamagua (actualmente territorio boliviano) donde resultó herido. Don Gabino nunca se ahorro los detalles de contarme, y hasta me mostro la cicatriz que le dejo la bala de un fusil en el brazo derecho.
"Neapel hiña, pía otros va'ekue okapi, ombojoapyjeýnte chave igual" (esta es la herida, la bala me destrozó el brazo pero me lo volvieron a unir) y hasta me conto la estrategia que habían usado en su pelotón, para haber conseguido la rendición de los bolivianos y la consecuente victoria en Boquerón.
Muchas personas, o mejor dicho la gran mayoría, no reconocen el trabajo hecho y no le brindan la atención que se merecen, sin embargo yo siempre comparto un par de matecitos acompañado de largas conversaciones y experiencias de un gran héroe desconocido.
Cada vez que iba donde el señor Gabino por mi periódico matinal, veía a Arlette en la plaza con su carrito de libros, esperando algún milagro de venta. Ya saben, nueva generación que prefiere llenarse la cabeza con la televisión deteriorada, que llenar su cabeza de conocimientos con un buen libro.
Arlette, ese día me había divisado y se manifestó hacia mí. Con un disipado saludo, una sonrisa pintada y una esbelta delgadez. Sabía que era viernes y el grupo bohemio debía encontrarse en la noche en "el bar karma". Me insistió para que la acompañe a donde la señora Marly a retirar un par de libros que había pedido.
Ella siempre me habla de cosas inadmisibles, dice que está saturada por la discriminación y el prejuicio. En el periódico había leído que mataron a un hombre por el hecho de considerarse de libre sexualidad. Los consideran diferente a lo normal siendo que todos somos diferentes, solo que los que se consideran igual al resto se autodenomina normal. Le indignaba ver actitudes despreciables como no respetar la libre expresión y el libre albedrio que debería ser un derecho en la sociedad.
Le prestaba atención mientras me daba su punto de vista referente a problemas sociales. No me consumía de tal magnitud la energía, aunque considero que todo ser humanado debe respetar y ser respetado. Uno puede tener su punto de vista adverso, pero de igual manera se merecen respeto, si no quieren apoyar solo deben respetar. No tomen veneno y esperen a que la otra persona sea la que muera.
Hay situaciones que siempre me parecen controversiales, las personas juzgan, pero hay otras que enjuician a los que juzgan y es así como se hace la ley del dominó. El que juzga es enjuiciado, pero... ¿el que juzga al enjuiciado? Es algo parecido a que un ciego trate de guiar a otro ciego, al fin y al cabo ambos caerán.
Es algo irónico, que una persona juzgue por tal o cual motivo, pero al enjuiciar al que juzga cometemos el mismo error de prejuicio. En situaciones como esta lo mejor es cerrar la boca y dejar que quien tenga que juzgarlo después lo haga. Pero nunca repudies al que juzga, repudia el prejuicio.
Y Arlette detesta el prejuicio, con ella de vez en mes nos ganábamos la vida riendo, tenía el don de hacerme reír con circunstancias de chicha y nabo. Ese día quedamos en ir juntos al bar y encontrarnos con Lenny y Bartolo para el próximo monologo del bar, que coincidentemente trata del prejuicio y me toca a mí.

SERENDIPIA LIMERENCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora