capítulo 18

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Mi mandíbula cruje y me enderezo en mi asiento, avergonzada de mi misma por casi quedarme dormida. 

Al menos ya no estoy en la escuela. Eso se me olvida a veces; tanto en mi vida solía ser levantarse, comer, ir a la escuela, ir a las reuniones de la comunidad de  juventud de la CEA, comer, hacer la tarea, dormir. Pero terminé, la única estudiante del orfanato que hizo todo, todos esos proyectos de la comunidad de juventud y sesiones que lideré sobre qué podía ser hecho para ayudar a mantener a todos seguros habían valido la pena. Trayéndome aquí, a un trabajo. A ser oyente. Es un trabajo importante. Casi todos se mantienen atentos a todos los que conocen por el CEA, pero ser un oyente es bueno. Mucho mejor que abrir el correo y luego cerrarlo o que pasar los días dando vueltas por las tiendas intentando oír lo que otra gente dice.

Miro el informe. 99-312 fue la última lectura y ahora.... oh no. Más de una hora ha pasado.

Sí me quede dormida. Compruebo el receptor. Todavía está encendido.

Todavía esta encendido, todavía está grabando, los sonidos del departamento de 99-312 siendo enviados a la estación de seguridad local y si él salió mientras yo estaba dormida, si algo como eso se me escapó, seré enviada de vuelta al orfanato y juré que no volvería, nunca, la única promesa en la que me he permitido creer, había terminado la escuela, iba a trabajar, iba a conseguir un departamento, sólo uno pequeño, y quizás, si tenía suerte, ser ubicada en la lista para un auto y ahora...

Ahora la puerta del ático se abre y me congelo, aterrada de que la Seguridad haya venido, de que algo haya sucedido y de que lo haya perdido todo, este trabajo, la vida que he creado. Todos los deberes. Todos  los derechos.

-Hola -dice alguien, pero no es de la seguridad

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-Hola -dice alguien, pero no es de la seguridad. Ellos no te saludan, te llevan con el movimiento de un dedo.

-Encontré un alambre en la pared de la cocina -continúa la voz, y yo me vuelvo, sorprendida porque conozco ésta voz, la he oído una vez, dos veces, una docena de veces o más, murmurando para sí mismo mientras lee-. Así que pensé en subir y decirte lo que voy a hacer hoy. Ahorrarte el problema de intentar averiguarlo a partir de mis sonidos al ponerme los zapatos.

Es 99-312. Está aquí, justo aquí, y me está mirando. 

Me está mirando y siento la patada mas extraña, más aguda dentro de mí, una carera de fuego enrollándose por mi columna vertebral y apretando firmemente mi corazón.

Lo miro y siento que lo conozco. Como si verdaderamente lo conociera, como si siempre lo hubiera conocido.

Pero nunca lo he visto antes.


RetentivaWhere stories live. Discover now