Judío

229 32 3
                                    

Berlín siempre había sido una ciudad preciosa, recordaba sus edificios altos y fuertes, sus bases anchas y sus estructuras más que estables. Sabía que todas aquellas construcciones eran el reflejo de sus habitantes; el pueblo alemán. Desde el ascenso del Partido Nacionalista Obrero Alemán en el año 34 todo había cambiado. Las calles, las familias, los rostros de las personas e incluso los nombres de las cosas.

Alemania, su Alemania, ya no era el lugar que recordaba. Desde hacía algunos años aquella patria suya que siempre había llamado Deutsches Reich había pasado a denominarse Großdeutsches reich desde el 43. Los nazis habían cambiado muchas cosas. Y aunque si bien era cierto que había hecho salir al pueblo alemán de la Gran Depresión terminando con el desempleo y estabilizando la economía del país con sus políticas de economía mixta y sus muchas obras públicas. También era cierto que su carácter fascista y su antisemitismo les habían acarreado problemas con la publicidad en las afueras de sus fronteras.

Se paró frente a uno de los muchos carteles propagandísticos que todavía se mantenía agarrados a las paredes de los edificios como una garrapata a un animal. Cerró los ojos pensando en aquella imagen, aquel a quien todos debían llamar Führer, aquel que según el Fürherprinzip tenía la última palabra y estaba por encima de cualquier ley; sujetaba la bandera de su partido en alto y al fondo una luz brillaba, la luz de la esperanza. El muchacho suspiró y se cerró con más fuerza su viejo abrigo que pretendía ser nuevo, intentando darse un poco más de calor.

Quizás en otro tiempo hubiese podía tener miedo, quizás algunos años atrás cuando, el todavía presidente de La República de Alemania, Heidenburg, aconsejado con la voz de Franz Von Papen, nombró Canciller a Adolf Hitler. Pero en ese momento no lo tuvo, había sido un joven insensato; alguien que apenas se molestaba por asuntos de política. Y poco después cuando un incendio terminó con el edificio del Reichstag y Heidenburg concedió vía libre a los nacionalistas no dio por hecho que los tiempo se volvería tan oscuros.

Se rió para sí mismo, recordándose en aquella época; pero no es una risa jovial y despreocupada. Es una risa tétrica y burlona; un sonido que pretende mofarse de su inocente manera de ver el mundo. De aquel espíritu y mente racional que siempre le decía, «haz lo correcto», algo que siempre creyó presente en todo el mundo, pero que lamentablemente descubrió que no era así.

Desde bien pequeño sus padres le habían enseñado que los seres humanos eran eso, simple y llanamente, seres humanos. Pero con el paso de los años y tras las acciones de persecución que comenzaron el 33; las cosas para su familia y para el mundo que había conocido cambiaron bruscamente.

Primero había sido la pérdida del trabajo por parte de su padre; un prestigioso médico. Kyle recordaba que no solo había sido su padre, algunos parientes y conocidos también habían perdido sus trabajos a causa de la Ley para la Restauración de Servicio Profesional Civil promulgada el 7 de abril de 1934. Pero aquello solo había sido el comienzo, de lo que poco a poco le había llevado a la vida que tenía actualmente.

En el 35 se prohibió que todos los judíos alistarte al Wehrmatch, en el 36 ejercer cualquier profesión libre evitando de esta manera que ninguno de ellos pudiese influir en la educación o la formación de ningún alemán.

La noche de los cuchillos largos, las propagandas en los lugares públicos, los meetings del partido Nazi, la desconfianza y el miedo. Las cartas estaban todas sobre la mesa y lamentablemente su familia solo podía mirar pues pon, solo podía mirar pues nadie le había repartido ninguna del mazo. La suerte estaba echada y el final, aterradoramente cerca. Recordaba las plegarias de su madre, las súplicas a un dios que semejaba haberles abandonado. Kyle recordaba el sonido de la voz de su madre, la sensación de su piel rozando su cara y los tiernos besos de buenas noches. Rememoraba cada una de las palabras en hebreo que recitaba en sus plegarias y lo poco que le habían servido.

Ewige LiebeWhere stories live. Discover now